Sanlúcar de Barrameda. Plaza de la Paz. En la terraza del bar Izquierda Unida, conocido popularmente como “el comunista”, varias parejas con posibles se ponen al día sobre su patrimonio: “¿Ya vendisteis la finca?”. “¿En cuanto estáis alquilando los pisos de Cádiz?”. Los camareros sirven sopa de tomate, langostinos, cazón... Van uniformados con un polo negro, gentileza de Royal Bliss, una línea de bebidas lanzada por Coca-Cola, cuyo logotipo llevan impreso en la manga derecha. En la pechera de la misma prenda, sobre el corazón, lucen el logotipo de Izquierda Unida. El marketing de una firma capitalista junto a la propaganda de un movimiento anticapitalista.
A pocos metros de este bar en el que conviven gentes distintas se levanta el palacio ducal de Medina Sidonia, donde residió Luisa Isabel Álvarez de Toledo, varias veces grande de España y conservadora del excepcional archivo familiar, lo que no le ahorró la cárcel franquista. Ella fue la duquesa roja, apelativo que funde un sustantivo aristocrático y un adjetivo de raigambre proletaria. Otra prueba de que el interés personal no tiene por qué estar reñido con la convivencia colectiva.

Estamos en la provincia de Cádiz, con una de las mayores tasas de paro de España, y municipios como La Línea de la Concepción, donde en el primer año de la pandemia superó el 40% y ahora anda por el 32,5%, frente a la media nacional del 11,2%. Y vivimos en tiempos de enconada pugna política, donde cualquier conducta del rival político se califica de indigna y corrupta, da igual si lo es o no.
Pero Cádiz es también un lugar donde la vida está impregnada de alegría y humanidad, donde se valora el disfrute de las pequeñas cosas, donde hay un afán ilimitado por pasarlo lo mejor posible, según resume Juan José Téllez en su libro Teoría y praxis del gadita. Y Andalucía es una comunidad cuyo PP preside ahora el moderado Juan Manuel Moreno Bonilla, nieto de jornalero y sin embargo contrapunto amable de su jefe nacional, Alberto Núñez Feijóo, en invariable modo exterminador, secundado por su tropilla de portavoces feroces.
En el Coto de Doñana, tan cerca pero tan apartado del ruido mundanal (o sea, parlamentario, judicial y mediático), los jabalíes auténticos pasean al caer la tarde por la playa solitaria, que se extiende a lo largo de decenas de kilómetros virginales. En la playa del Palmar, en Conil, incontables surfistas cabalgan las olas entrado ya diciembre, en un ambiente californiano y despreocupado.
El interés personal no tiene por qué estar reñido con la convivencia colectiva
En San Fernando, al lado de la Venta de Vargas donde Camarón actuó para los señoritos siendo niño, se levanta su museo, en el que podemos verle en un vídeo cantando un desgarrador alegato contra la violencia machista. En YouTube, su hijo menor, Mancloy, canta Yo soy de La Línea, un narco-rap donde recita “paso fardos por la noche y de madrugada”, sobre imágenes de lanchas que vuelan “con tres motores y dos cojones” sobre las aguas del Estrecho.
De vuelta en Cádiz capital observo las numerosas placas que celebran la Constitución de 1812 en la fachada del oratorio de San Felipe Neri, donde se promulgó hace más de dos siglos, convirtiéndose en orgullo mayor de la ciudad. Paso ante la iglesia donde se venera al Jesús de los Afligidos y a María Santísima de los Desconsuelos. Leo en una pintada “Viva Felipe VI”. Deambulo por el paseo del Vendaval. Y en un bar me fijo en un cartel con el que los camareros interpelan oblicuamente al cliente con prisas, sin traicionar el buen tono local: “Y el día que se repartió la paciencia, ¿dónde estaba yo?”.
Salgo de Cádiz de noche, por el puente de la Constitución, de tres kilómetros de longitud, obra magna del ingeniero Javier Manterola abierta en el 2015. Vistas de lejos, las torres triangulares que sostienen su tablero parecen enormes abetos, de 180 metros de altura, y sus luces de seguridad, bolas navideñas de color rojo. Entretanto, los alcaldes de Vigo, Badalona y demás ciudades enzarzadas en la boba guerra de la luz navideña se ufanan de sus árboles de cuarenta metros. ¿Dónde estaban ellos y el resto de colegas siempre a la greña el día que se repartió el deseo de una convivencia más inteligente?