El Tribunal Constitucional de Rumanía ha decidido por unanimidad anular los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales y ha ordenado la repetición del proceso electoral. ¿Motivo? La injerencia rusa en los comicios. Detrás del éxito del candidato Calin Georgescu estaba Rusia, que puso en marcha una red coordinada de 25.000 cuentas de TikTok, grupos de Telegram e influencers que consiguieron decantar el sentido del voto por Georgescu, un político euroescéptico, amigo de Moscú, crítico con la UE y la OTAN.

La decisión del Alto Tribunal es toda una lección de cómo se defiende a la democracia, pero también es la advertencia más evidente de que la democracia está en peligro. Y que las redes sociales son un campo de minas para el mundo libre, por lo que la exigencia de transparencia de sus algoritmos, de verificación de identidades y credenciales, así como el control de contenidos es imprescindible. Max Fisher, autor del libro Las redes del caos, lo ha dejado bien claro: Una red social puede ser extremadamente eficaz para cambiar tu comportamiento, tu sentido del bien y el mal, incluso tu comprensión de la línea que separa la verdad y la mentira.
Una red coordinada de TikTok, Telegram e influencers manipuló las elecciones rumanas
Una macroencuesta de Open Society Foundations en 30 países demostró que el concepto de democracia sigue siendo muy popular (el 86% prefiere vivir en un Estado democrático). El grupo más escéptico es el de la generación Z (de 18 a 35 años), pues son solo el 55% los que prefieren una democracia; es más, un 42% cree que un régimen militar es una buena forma de gobierno y un 35% apostaría por un líder fuerte que prescinda de elecciones. Se trata de un colectivo que afirma pasar cuatro horas o más enganchado a las redes.
En las elecciones del 2016 que ganó Trump se advirtió la presencia de hackers rusos. Desde entonces Moscú no ha faltado a ninguna cita. En el 2017, los fontaneros de Putin echaron el resto por Marine Le Pen, pirateando correos y lanzando bulos contra Macron. La decisión de los magistrados rumanos es alentadora, pero exige que la UE se ponga seria. Lo escribió Albert Camus: la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las dudas de los demócratas.