C1: tocados, pero no hundidos

Adaptarse a cualquier lugar no debería ser una imposición, sino un acto claramente natural de agradecimiento y respeto hacia la tierra que te acoge. En Catalunya, la lengua catalana no es solo un idioma; es el corazón de una cultura que ha sobrevivido a siglos de opresión y silencios impuestos. Es el cordón umbilical que une generaciones de familias y centenares de pueblos, una lengua que, a pesar de los avances y la globalización, sigue en peligro. Se ha generado un debate, demasiado habitual, sobre la obligatoriedad en el servicio público de tener el nivel C1 de catalán.

Es comprensible que aprender una nueva lengua pueda parecer, a quien le toca, un desafío. El catalán, como cualquier idioma, requiere tiempo, esfuerzo y una mínima (muy mínima) voluntad de adaptarse. Pero ¿realmente es tan complicado? No lo es si existe el deseo sincero de integrarse en una comunidad que, a cambio, te ofrece oportunidades y una calidad de vida envidiable. Si uno decide plantar sus raíces en Catalunya, abrazar su lengua debería ser parte natural del proceso de integración, un gesto de reciprocidad hacia quienes la han mantenido viva a lo largo de los siglos.

foto XAVIER CERVERA 09/09/2022 (les rambles caputxins) previo 11-S diada catalunya 48h antes senyera estelada ciudadanos catalanes (ciutat vella)

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Xavier Cervera / Propias

El catalán no es una imposición, es una puerta abierta a entender mejor la cultura de un pueblo. Negarse a aprenderlo, más allá de ser una cuestión práctica, es una falta de apego, de interés, incluso de cariño, hacia la tierra que te acoge. Porque aprender catalán no solo facilita trámites, estudios o trabajos; también te permite conectar con la esencia de Catalunya, con su literatura, su música, su teatro, en definitiva, su cultura.

Negarse a aprender el catalán es una falta de apego, de interés, incluso de cariño

La exigencia del C1 de catalán no es un castigo, es una invitación a participar plenamente de una sociedad que, pese a las tensiones políticas y sociales que han existido, sigue siendo profundamente abierta y acogedora. Nadie pide ninguna perfección inmediata, pero sí el mínimo esfuerzo de quienes desean quedarse, porque hablar catalán es más que dominar una gramática: es un acto de amor hacia una lengua y una cultura que lucha por no desaparecer, porque amar la tierra que te acoge es, al cabo, amar también tu propio futuro en ella.

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