Hay frases que encarnan el espíritu de los tiempos. El pasado 7 de diciembre, Elon Musk puso un mensaje directo y breve, dirigido a los usuarios de X, su red social: “Vosotros sois ahora los medios”. El mensaje tuvo 159.000 likes, se reenvió 24.500 veces y produjo 13.700 comentarios, muchos de ellos exultantes. Los usuarios se sintieron empoderados, hablaron de “periodismo ciudadano” y de que el pueblo se había hecho con el cuarto poder. A la vez, fustigaron al periodismo tradicional, el de las grandes corporaciones mediáticas. Dijeron que por fin se iba a abrir paso la verdad, la verdad sin filtros, frente a información sesgada e interesada que ofrecen los conglomerados empresariales de comunicación.
Supongo que Musk no quería decir que las noticias fueran a brotar espontáneamente de los intercambios que se producen en las redes sociales. Seguirá habiendo necesidad de que los periodistas estén al tanto de las novedades, las recojan e informen de ellas. Sin embargo, la difusión de las noticias, así como el tono que se les dé a estas, dependerá no de los medios, sino de los usuarios. Conforme la gente accede a las noticias por la vía de las recomendaciones en las redes sociales, sin acudir a la fuente original, el recorrido de las informaciones queda en manos de los usuarios de estas redes. Son los usuarios quienes, de forma descentralizada y horizontal, determinan qué es relevante y qué es prescindible. Si una noticia que un medio tradicional considera importante no consigue velocidad de difusión en las redes, tenderá a desvanecerse en el olvido. Es decir, la agenda política de los medios, su capacidad para organizar el debate sobre los asuntos públicos, quedará en manos de los usuarios en redes.
La frase de Musk puede parecer una humorada, pero estaba reflejando una tendencia de nuestro tiempo. La tesis es clara: cada usuario de las redes es un pequeño periodista, todos somos, en mayor o menor medida, periodistas. A mí esta tesis me recordó a otra de Lutero. Sí, a una de las tesis nucleares de la Reforma protestante, que Lutero presentó en 1520 en su obra La cautividad babilónica de la Iglesia : “Que todo el que tenga conciencia de ser cristiano tenga también la seguridad y la convicción de que todos somos sacerdotes en el mismo grado, es decir, que todos gozamos del mismo poder sobre la palabra y sobre cualquier sacramento”. Se trata de la doctrina del sacerdocio universal: todos los creyentes son sacerdotes, los curas ordenados por la Iglesia no tienen una autoridad especial. Hubo algo sumamente rupturista en este planteamiento. La consecuencia última fue que el creyente estableció una relación inmediata con la divinidad, sin tener que pasar por la jerarquía de la Iglesia.
Las redes han roto las jerarquías entre productores y consumidores de información
Lutero, en cierto sentido, democratizó la religión. Cuestionó la legitimidad de las autoridades religiosas, hizo de la religión una práctica esencialmente individualista. Los creyentes no necesitaban supervisión ni permiso para acceder a Dios.
Guardando las distancias, es algo bastante parecido a lo que están haciendo las redes sociales. Las redes han roto las jerarquías entre productores y consumidores de información. En tanto que la información circule a través de los usuarios, los usuarios se convierten en periodistas. El orden de importancia de las noticias no lo fijan los medios tradicionales, sino los usuarios de las redes en una interacción permanente y continuada.
Lo que el protestantismo y las redes sociales hacen, con siglos de diferencia, es algo similar: acaban con los mecanismos de intermediación que regulan la sociedad. En el cristianismo antiguo, la religión estaba en el centro de la vida social y la Iglesia era el gran agente intermediador entre los creyentes y Dios. En la democracia liberal, los medios han sido el gran agente intermediador entre la política y la ciudadanía. Lo que hacían los políticos llegaba a los ciudadanos a través de los medios. Ahora empieza a ser distinto, como consecuencia de las redes sociales. El cambio es especialmente llamativo en las generaciones más jóvenes. Me temo que si alguno de ellos llega a leer estas líneas (cosa que dudo mucho), será porque encuentre el artículo en las redes, no porque abra La Vanguardia por la primera página. De acuerdo con el informe de Digital News Report sobre España en el 2023, entre las personas de 25 a 34 años, el 44% se informa mediante las redes sociales, el 23% recurre a la televisión y solo en 13% acude a los periódicos (en papel o digital). Entre los mayores de 65 años, la información por redes baja al 14% y la de televisión sube al 45%. Estamos, pues, asistiendo a los albores de lo que supone una esfera pública desintermediada. Queda mucho por ver aún.
En el corto y medio plazo, la desintermediación de la reforma protestante causó una grave inestabilidad: las revueltas campesinas de 1524 en Alemania, que dejaron más de 100.000 muertos, y las guerras de religión que asolaron Europa durante más de un siglo. Sin embargo, de aquella agitación acabó saliendo el individualismo que hizo posible la profunda transformación económica (capitalismo) y política (democracia representativa) de la modernidad.
Quién sabe si sucederá algo similar con los procesos de desintermediación que estamos viviendo actualmente en múltiples esferas de la vida social. En el caso de la esfera pública, la desintermediación está produciendo en el corto plazo una explosión de bulos, información manipulada y mensajes tóxicos, pero quizá, a medida que el proceso avance, vayan encontrándose formas de canalizar y ordenar lo que hoy nos parece puro caos. Ojalá sea más pronto que tarde.

