‘Noreply’

Tengo un amigo invisible. Me llama por mi nombre, me trata confianzudamente de tú, me escribe a cada rato. Me saluda alegremente: “¡Hola, Laura!”, “¡Bienvenida a la familia!”. Me atiende, solícito, se preocupa por mí: “¿Qué tienes que saber antes de comenzar, Laura?”. Se emociona: “Quiero darte las gracias”. Me confiesa lo mucho que valora nuestra relación: “Hoy es un día muy importante. ¡Acabas de inscribirte en…!”. Me abre su corazón: “¡Esperamos que estés igual de ilusionado que nosotros con este comienzo!”. A veces es severo y exigente, pero siempre por mi bien: “¡No tendrás excusas para conseguir tus objetivos!”. Se entristece si me alejo, se esfuerza en darme una nueva oportunidad: “¿Seguro que quieres darte de baja?”.

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Getty Images/iStockphoto

Y yo quiero contestarle. Quiero agradecerle, educadamente, su bienvenida. Explicarle, con delicadeza, que familia ya tengo una, gracias, no necesito más. Y que me he inscrito en un gimnasio, no en el Ejército de Salvación. Que estoy ilusionada, no “ilusionado” (qué raro, me llama Laura y de tú, ¿y no sabe que soy una mujer?). Y que en la frase “no tendrás excusas para conseguir tus objetivos” me parece (de su tonillo inquisitorial no digo nada, para no ofenderle) que falta un “no”… Y que, bien mirado, preferiría no continuar… ¡Ay, qué disgusto le doy! No quiere perderme; insiste­: “¿Seguro que quieres darte de baja­?”.

Las empresas nos quieren mucho, pero con un amor automático y unidireccional

Y ahí es donde me doy cuenta de un detalle. El amigo invisible son en realidad varios –un restaurante que había reservado por internet y que ahora me pide que valore mi experiencia; un gimnasio al que me apunté; una empresa de servicios para el hogar…–, pero todos tienen una dirección de correo electrónico que empieza por noreply. Que significa, en inglés, “no respuesta”. “Se trata –me informa Google– de una comunicación automática y unidireccional, un correo al cual, si le envías una contestación, no va a ser leída por nadie”. 

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El e-mail que me pregunta si de verdad me quiero dar de baja solo admite una respuesta: el botón “Cancelar la baja”; el restaurante, que no está mal, pero es ridículamente caro, me permite valorar la calidad de la comida, el servicio y el ambiente, pero no el precio; el correo de la empresa de servicios para el hogar me da muchas opciones, salvo la de cancelar…

Y es que las empresas nos quieren mucho, a nosotras sus clientas y clientes. Pero con un amor automático y unidireccional. Un amor ciego y sordo, utilitario. Un amor que gracias al noreply –¡qué gran descubrimiento!– se garantiza que no le salga la criada, la clienta, respondona. Noreply: paga y calla.

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