Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció el pasado martes, durante una cumbre política y tecnológica celebrada en París, una inversión público-privada de 200.000 millones de euros en inteligencia artificial (IA). El propósito es que Europa sea competitiva en el proceso de desarrollo de esta herramienta, a la que se atribuye un enorme potencial, y en la que países como Estados Unidos o China llevan clara ventaja.
El anuncio de Von der Leyen llega más de dos años después de que se popularizara en todo el mundo el uso de ChatGPT, la aplicación lanzada por la firma estadounidense OpenAI, creada en el 2015, que el año pasado contaba ya con un promedio de 200 millones de usuarios semanales. Y llega pocas semanas después de que la empresa china DeepSeek, fundada hace menos de dos años, revolucionara la escena tecnológica mundial gracias a una aplicación que replica los usos de la norteamericana y que ha requerido unas inversiones muy inferiores.
Von der Leyen anunció esta semana un esfuerzo de 200.000 millones para desarrollar la IA en la UE
En los últimos tiempos, la aportación más relevante de Europa en el terreno de la IA ha sido la redacción de la ley de la Inteligencia Artificial, el primer reglamento exhaustivo al respecto que se ha promulgado en el planeta. Se trata de una norma alineada con los principios fundacionales de la Unión Europea (UE), cuyo propósito es evitar los riesgos inaceptables que entraña una herramienta tan potente y de alcance todavía ignoto. Por ejemplo, su uso para implementar sistemas de puntuación social gestionados por el gobierno, como se hace en China, u otros sistemas en los que el futuro de las personas puede, en última instancia, quedar al albur de los algoritmos.
Es muy coherente, y muy de agradecer, que la UE haya hecho este esfuerzo legislativo, cuyo objetivo es la protección de los derechos de los ciudadanos. Más aún cuando la calidad democrática se ve amenazada, y deteriorada, en muchos países occidentales por distintas expresiones del populismo. De hecho, la aproximación de la Administración Trump a este asunto se parece bien poco a la comunitaria europea, como pudo apreciarse en la ya mencionada cumbre de París. Se encargó de expresarlo el vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance, que en una áspera intervención calificó de erróneos los esfuerzos regulatorios europeos y se negó, como los representantes de otros países, a suscribir la declaración final del encuentro. En parte, por razones ideológicas, y en parte, porque Trump fija no pocas de sus esperanzas de éxito en una alianza con los grandes empresarios tecnológicos, y en particular con Elon Musk, aunque a ninguno de ellos parece dispuesto a ponerle trabas. La discusión de fondo no es en absoluto baladí: la IA puede ser una herramienta para empoderar a muchos ciudadanos o, por el contrario, para otorgar a unos pocos el dominio sobre la mayoría de sus congéneres.
La ventaja de EE.UU. y China no permitirá dilaciones ni errores en la gestión del plan europeo
Dicho esto, es obvio que la pertinencia de la normativa regulatoria de la Unión Europea no puede justificar el insuficiente desarrollo de la IA hasta la fecha en nuestro continente. Cierto es que la eclosión de las compañías tecnológicas en Estados Unidos durante los últimos años no ha tenido parangón en la UE, donde la investigación puntera ha priorizado otros sectores industriales. Razón de más para afinar el rumbo y redoblar la apuesta por la investigación europea en IA. Algunas iniciativas ya operativas, como la de los supercomputadores, pueden ser de gran utilidad en este sentido.
Así las cosas, la discusión sobre si la UE llega con retraso a esta carrera de la IA no nos llevará muy lejos. Es mejor centrarse en tratar de recuperar el terreno perdido, sin flaquear en el empeño de ahora en adelante. Para ello será necesario, en primer lugar, que esos 200.000 millones de euros se materialicen. Una cuarta parte de los recursos de este enorme esfuerzo público-privado, sin precedentes por su volumen, deberán movilizarlos las instituciones comunitarias. Las otras tres cuartas partes corresponden a un grupo de más de sesenta empresas privadas, a las que se deberán facilitar las condiciones para que avancen por este camino. De otro modo, el anuncio de Von der Leyen podría quedar en papel mojado. Y, naturalmente, será necesario establecer las condiciones para que este ámbito de investigación atraiga a los mejores talentos, así como que haya unos mecanismos idóneos de gestión del proyecto. El reto que encara la UE en el ámbito de la IA es descomunal y, además, se afronta en una posición de desventaja. Pero es un reto ineludible.