Cuando tropas rusas se infiltraron en Crimea y Rusia se anexionó la península en el 2014, Merkel, tras conversar con Putin, comentó a Obama que el líder ruso parecía vivir “en otro mundo”. Una década después, las declaraciones de la delegación estadounidense en la Conferencia de Seguridad de Munich han generado una sensación similar, solo que esta vez era a los representantes europeos a quienes les parecía vivir, o despertar, en “otro mundo”. La palabra que mejor definió el estado de ánimo es Weltschmerz, término alemán que significa “dolor del mundo” y que expresa la tristeza ante la imperfección de la realidad.

Pero ¿qué mundo es ese? Uno en el que el inquilino de la Casa Blanca, el primero con antecedentes penales, culpa a Ucrania de su propia invasión, llama “dictador” a Zelenski y presiona para que firme unas reparaciones astronómicas mientras su población sigue a diario bajo ataque. Si el informe Mueller concluía que la campaña de desinformación y los ataques cibernéticos de Rusia influyeron en las presidenciales del 2016, lo que resultó en el primer mandato de Trump, podría interpretarse que la postura actual responde a una devolución de favores, fueran solicitados o no.
Seguir con la inercia habitual de la estrategia de Bruselas en seguridad sería un error
Seguir con la inercia habitual de la estrategia de Bruselas en seguridad –que el plan sea no tener plan– sería un error. Desde el principio Trump dejó claro su alineamiento con la cosmovisión putinista: en la cumbre del 2018 en Helsinki, dio más crédito al ocupante del Kremlin que a sus propios servicios de inteligencia. El estilo de ambos –basado en la manipulación, el cinismo, el agravio nacionalista y la gestión del Estado como un negocio privado– ha calado en Europa, donde los Patriotas, aunque no solo, imitan la fórmula.
Antes del 2016, Putin ya había detectado que la frustración de los estadounidenses tras la crisis financiera los hacía más receptivos a llamamientos populistas y autoritarios. Él mismo se encontró una situación similar al suceder a Yeltsin, y así forjó su régimen mafioso. La única respuesta para no quedar atrapados en ese “otro mundo” imperialista (tricéfalo, contando a China) es que Europa refuerce sin complejos su democracia, no caiga en el derrotismo y dé apoyo total a Ucrania.