Los resultados de las elecciones federales celebradas ayer en Alemania –con una participación del 82%, la mayor desde la reunificación– confirman que el país ha girado a la derecha. Todo apunta al regreso de una coalición formada al menos por la alianza conservadora CDU/CSU, vencedora en las urnas, y el SPD, que ha sufrido un auténtico varapalo al quedar en tercer lugar en unos comicios que han ratificado un histórico ascenso de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), que obtiene el segundo lugar.
Anoche se mantenía la incógnita sobre si dos pequeños partidos, los liberales del FDP y la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) lograrían el 5% de votos para entrar en el Bundestag. Solo con que uno de ellos lo consiguiera, obligaría a la CDU/CSU a ampliar la coalición a un tercer partido, previsiblemente los Verdes.
Los alemanes han otorgado la victoria a la CDU/CSU, encabezada por Friedrich Merz, con el 28,6% de los votos, un triunfo agridulce porque los democristianos lo necesitaban más amplio. Segunda ha sido la AfD con el 20,4%, mientras que los socialdemócratas del SPD del hasta ahora canciller Olaf Scholz se hunden y retroceden hasta el tercer lugar con el 16,3%. Con estos resultados, todo apunta a que el nuevo Gobierno alemán, aunque sea a regañadientes y porque no hay otra salida, será una coalición de conservadores y socialdemócratas liderada por Merz, consecuencia de la aritmética de escaños y de que se mantenga vigente el cordón sanitario a la ultraderecha.
La CDU/CSU gana en las urnas y su probable socio de gobierno será un SPD que sufre una debacle
Anoche, y pese a haber aceptado los votos de la AfD en el Parlamento para su plan de restricción migratoria, Merz insistió en un debate postelectoral que no pactará con la extrema derecha, por lo que la consecuencia más lógica de los resultados es una alianza entre la CDU/CSU y el SPD, similar a tres de las cuatro que Angela Merkel encabezó, pese a que en aquellas ocasiones dichos partidos quedaron primero y segundo, mientras que ahora en segundo lugar se ha colocado la extrema derecha.
La subida de la AfD es ciertamente destacable, aunque no ocultaba ayer cierta decepción porque esperaba un resultado aún mejor. Su candidata, Alice Weidel, que se convierte en la líder de la oposición y que ayer se ofreció a entrar en el futuro gobierno de coalición, ha casi duplicado el porcentaje de las últimas elecciones –ha pasado del 10,4% en el 2021 al 20,4% actual–, es la segunda fuerza en el Bundestag y es la ganadora política de estos comicios. El ascenso ultraderechista, impulsado también por la Administración Trump, va a poner a prueba como nunca el cordón sanitario de la política alemana. Una coalición entre la derecha y la ultraderecha es un tabú político y rechazada por la CDU, aunque con los resultados es aritméticamente viable.
El electorado ha castigado a los tres partidos –SPD, verdes y liberales– que desde el 2021 han formado la llamada coalición semáforo, un experimento que no ha funcionado y que ha llevado a Alemania a la peor crisis económica e industrial de la historia reciente del país. Así, el SPD ha obtenido el peor resultado de su historia –Scholz admitió ayer una “amarga derrota”– y se desploma del 25,7% al 16,3%, mientras que los Verdes salvan los muebles y retroceden del 14,7% al 12,3% . El liberal FDP, quemado por la acción de gobierno, aspiraba a lograr el 5% mínimo para estar en el Bundestag, la misma pretensión que la BSW, formación izquierdista antiinmigración, prorrusa y eurófoba escindida hace algo más de un año de Die Linke, el partido de la izquierda tradicional que ha sido la gran sorpresa remontando a última hora y que ha logrado representación parlamentaria al obtener el 8,5% de los votos.
La ultraderechista AfD duplica su porcentaje de votos y se sitúa como segundo partido del país
Los partidos más votados tienen más fácil poder formar coalición porque con la nueva ley electoral impulsada por Scholz el número de escaños se ha reducido de 736 a 630, una bajada que ha perjudicado a los partidos más pequeños.
Se abre ahora un periodo de consultas para formar una coalición. Merz, que supedita todo acuerdo a que sus posibles socios acepten su plan contra la inmigración ilegal, afirmó ayer que “hemos de darnos prisa, pero no va a ser fácil”. Alemania necesita un gobierno estable que dé soluciones a retos como la inmigración, la seguridad, la vivienda, la creciente polarización, buscar alternativas a un modelo económico e industrial superado que ha traído dos años de recesión, y los nuevos desafíos geopolíticos planteados por Trump.
Si el futuro gobierno en Berlín no es sólido y fuerte y no soluciona esos problemas, el giro de parte del electorado hacia la extrema derecha mostrado ayer podría multiplicarse y convertir a la AfD en el 2029 en el partido más votado en Alemania. Lo que sí es ya un hecho consumado es que los comicios de ayer marcan un giro del país a la derecha.