Profes, profes

Profes, profes
Catedrático y exdecano de Filosofía de la UB

Para una consulta puntual, vuelvo al instituto de bachillerato donde estudié hace casi sesenta años. Es el Menéndez y Pelayo de Barcelona. Me atiende con gran amabilidad el profesor encargado del archivo, Josep Maria. Tras la entrevista, me enseña las aulas, los seminarios, la biblio­teca... El centro aparece hoy mucho más equipado, luminoso y alegre que tiempo atrás. Observo tras el cristal a los alumnos atender a su profesor. El acto de enseñar y aprender es extraor­dinario.

Los estudiantes desvían la vista hacia mí cuando asomo tras el recuadro de la puerta. Los he visto antes en la hora del recreo y subir después a las clases. He tenido una impresión inmejorable. Sin embargo, el profesor del que ahora ya me despido me dice que una clase estuvo ayer bastante movida. “Va por días”, sonríe.

Un profesor escribe en la pizarra
Pexels

Me dirijo a la salida cruzando un amplio pasillo en la planta baja. Algo me detiene de pronto. A ambos lados cuelgan numerosas fotografías en color pertenecientes a una “Muestra de fotofilosofías. 4.º de ESO y bachillerato. Día mundial de la Filosofía”. Son imágenes espléndidas, cada una con un mensaje filosófico de su autor o autora. Me paro a leerlos todos. Por ejemplo: “¿Quién debería decidir lo que se enseña en las aulas?”, “¿La sabiduría se encuentra en las preguntas o en las respuestas?”, “¿En qué medida las pantallas han modificado nuestra percepción de la realidad?”, “¿Cómo podemos ser justos en un mundo
injusto?”.

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Norbert Bilbeny
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Lo han escrito esos muchachos que hace un rato jugaban o charlaban en el patio. Y yo cruzo ahora contentísimo el portal que da a la avenida. Algunos de estos alumnos serán héroes mañana. Todos habrán recibido una buena formación. Pero, si hoy existen ya unos héroes, estos son los profesores. Ellos tienen que formar. El saber es para la formación, no solo para ser eficaces. En una época sobrada de tecnocracia y falta de humanidad como la actual, el papel del profesorado es de un valor enorme y decisivo. Enseñar está antes que aprender; los valores, antes que las competencias.

Si no enseñamos a pensar, cuidarnos y convivir, la inmadurez mental que va subiendo de nivel en el mundo, como sube la temperatura de los océanos, nos llevará pronto al aborregamiento global. El mayor desafío no es la inteligencia artificial, sino la humana y la pérdida de la capacidad de pensar.

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