Un mesías enloquecido

futuros imperfectos

Un mesías enloquecido
Consejero editorial

La primera reunión del Gabinete de Donald Trump comenzó con una plegaria: “Gracias, Dios, por el presidente Trump”. El culto a la personalidad está llegando a extremos ridículos, hasta el punto de considerar que es una especie de mesías, enviado por la Providencia para salvar el alma del país, y por extensión a la humanidad entera.

WASHINGTON, 26/02/2025.-El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha compartido un video en su red social

Fotogramas del último vídeo difundido por Trump,sobre una futura Gaza.

Donald Trump / EFE

Sorprende que una sesión del equipo presidencial se inicie con esta divinización del jefe. Pero habría que recordar que el ecosistema virtual MAGA llevó a cabo hace un año un vídeo titulado God made Trump (Dios hizo a Trump), donde establecía que el nacimiento del millonario, el 14 de junio de 1946, había sido planificado por el Creador, que se dio cuenta de que necesitaba un cuidador para el paraíso planeado. La voz en off proclamaba: “Dios dijo: necesito alguien dispuesto a levantarse antes del amanecer, arreglar este país, trabajar todo el día, luchar contra los marxistas, cenar, luego ir al despacho oval y quedarse despierto hasta la medianoche en reuniones de jefes de Estado. Así Dios hizo a Trump”.

La primera reunión de la Casa Blanca se inició agradeciendo a Dios que hiciera a Trump

El último vídeo sobre la Gaza de Trump ha sido la última invocación al carácter mesiánico del personaje. Más allá de la idolatría, las referencias sexuales, el culto al dinero o el mal gusto de las imágenes, ha sido especialmente criticada la enorme estatua de oro del presidente de Estados Unidos. La última provocación de millonario en el poder es casi una herejía bíblica. Las referencias en las redes demuestra que el endiosamiento de Trump no ha sido bien recibido: “Este hombre se cree Dios”, era un mensaje repetido.

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Madeleine Albright, que fue secretaria de Estado con Clinton, escribió unas memorias en el ecuador del primer mandato de Trump. En ellas, recordaba que, cuando Franklin Roosevelt invadió Normandía, rogó al Altísimo que se les concediese una paz que fuera invulnerable a las confabulaciones de los hombres indignos. Y añadía a continuación: “A Trump, en cambio, se le ilumina la mirada cuando ve a algún dirigente arrollar a la oposición, saltarse las limitaciones legales, hacer caso omiso de las críticas y hacer cuanto le venga en gana para lograr su objetivo”. No es lo que se espera de los dioses, sino de quienes adoran becerros de oro.

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