La mentira no engaña

Lo recuerdo sin los incisivos y, después, con dos dientes enormes. Pero sobre todo recuerdo la cara que ponía al decir que el perro se había comido sus deberes, o que su madre los había destrozado al pasar la aspiradora. Es una cara que vemos mucho estos días, la misma que vimos tras los atentados del 11-M. Es una cara que no engaña. No es que la nariz crezca. Y sin embargo, hay algo ahí que –salta a la vista– se convierte en una evidencia y un estorbo. Nadie puede moverse naturalmente con una nariz de metro y medio. Todo el mundo la percibe, aunque el pinocho que la ostenta disimule y su entorno finja que esa nariz larga con la que tropiezan cada vez que se da la vuelta no está ahí, e intenten sortearla con maniobras enrevesadas.

Traditional wooden Pinocchio toy. Italy.

  

Dmitry Panchenko / iStock

Miraba a aquel compañero de clase, en primaria, y me preguntaba (más por curiosidad que moralista) cómo no se le caía la cara de vergüenza, cómo podía tener la cara tan dura y ser tan jeta. Esa mentira cochina, esa mentira podrida, era de un infantilismo que nos sorprendía incluso a los niños. “Mentida pura, pecat etern, qui diu mentides se’n va a l’infern”, nos enseñó mi abuela. La maes­tra podía hacer dos cosas: si castigaba a mi compañero de clase, él lloraba y le reprochaba que era injusto porque estaba diciendo la verdad. Si, en cambio, ella respondía que no sabía que tuviera perro, y le pedía que lo trajera y así podíamos jugar y acariciarlo, él se iba enredando en excusas, por aquello de que la mentira tiene las patas muy cortas.

Mientras hablamos de cómo crece la nariz, no hablamos de lo que oculta la mentira

Existen varios tipos de mentira, y no todas te hacen un mentiroso. Pero cuando se reflejan en tu cara, y recurres a ellas una vez tras otra para desviar la atención de una mentira anterior, entonces ya no engañas a nadie. Y tanto da si alguna vez sueltas alguna verdad, porque no cambia nada. Tu nariz te precede y revela tu falta de respeto a los demás.

Lee también

El ciclo de la vida

Llucia Ramis
La mentira no engaña

El problema es que, mientras hablamos de cómo crece esa nariz, no hablamos de lo que oculta la mentira, normalmente mucho grave que la mentira en sí. Y al final, el foco de lo importante acaba perdiéndose en los detalles, poniéndole un altavoz a la confusión. Consciente de que no damos abasto desmintiendo bulos, calumnias y fake news, la mentira se ha convertido en una estrategia de despiste. Pero quien se arma con ella, acaba pegándose un tiro en el pie.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...