El Airbus 320 de Vueling cruzó la Península en diagonal. Desde la altura, la huella de la dana, en las afueras de València, parecía una llaga de la Tierra. Más al sur, el mar de plástico de los invernaderos de Almería ofrecía una imagen sorprendente, como lo era la cercanía de África con el Peñón y Algeciras. Solo 13 kilómetros de distancia. Una hora después, tras dejar la costa africana a la izquierda y divisar los desiertos de lava de Lanzarote, el avión inició el descenso a Las Palmas de Gran Canaria.
Cuando uno está en Canarias se da cuenta de la fuerza del ser humano al haber creado vida en lugares rodeados por océanos infinitos. Inevitablemente uno se pone a pensar si los isleños se sienten cerca o lejos del resto.

Aquel VY 3004 no sobrevoló la isla de La Palma, donde el 19 de septiembre del 2021 se produjo la terrible erupción volcánica que destruiría 1.300 viviendas y desplazó a 7.000 personas, además de causar destrozos perennes en la agricultura y el medio ambiente. Hoy, muchas de aquellas familias que se quedaron sin casa por la marea de lodo incandescente todavía viven en contenedores.
Pensando en las víctimas del volcán de La Palma también recordé a los habitantes de la isla de Maui, en Hawái, donde un terrible incendio en agosto del 2023 destruyó más de 2.200 casas.
Las administraciones tardan demasiado en materializar las ayudas por catástrofes
Como está ocurriendo tras la dana de Valencia, el volcán de La Palma y el fuego de Maui, las administraciones tardan demasiado en materializar las ayudas económicas que los políticos prometen cuando visitan las zonas afectadas por catástrofes.
En un mundo que se considera global, los habitantes de estos archipiélagos y de islas aún más alejadas y aisladas no reciben la atención, las ayudas, ni el apoyo que necesitan. La palabra lejos no debería existir en nuestro vocabulario.
Una canción hawaiana, Waimanalo blues, capta el espíritu de los isleños oceánicos. Waimanalo es una pequeña ciudad que está en el sudeste de la isla de Oahu, a 25 minutos de Honolulu, y su blues golpea a quien lo escucha… “Las playas se venden para construir hoteles donde mi padre y yo conocimos pájaros a lo largo de la luz del amanecer, cantando el blues de Waimanalo”.
Es evidente que la transformación de las islas en polos de atracción turística ha generado riqueza… pero el caso de La Palma deja patente que no todos se han enriquecido y que una mayoría asume, como también sucede con las víctimas de la dana, que en caso de sufrir un latigazo de la naturaleza padecen, además, el olvido.