Hoy, en la larga sobremesa de la mona, quizás algún comensal aburrido con ganas de pelea se pondrá mesiánico y trasladará a los puestos de Sant Jordi la escena bíblica en la que Jesucristo expulsa a los mercaderes del templo. ¿Se ha vuelto Sant Jordi una jornada demasiado comercial? Cabe decir que el día del Libro se lo inventó el librero (editor y escritor) Vicente Clavel (València, 1888-Barcelona, 1967). En 1923 propuso a la Cámara del Libro de Barcelona crear un día dedicado al libro para promover la lectura, sí, pero también para apoyar a la industria editorial. La propuesta tardó tres años en obtener el permiso real, y el primer día del Libro se celebró el 7 de octubre de 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera. No fue hasta 1930 que se trasladó al 23 de abril para hacerlo coincidir con el patrón de Catalunya.

Entonces empezó a coger impulso, aprovechando la tradición catalana de la rosa, muy anterior. La coincidencia de fechas con las muertes de Cervantes y Shakespeare redondeó el simbolismo. Medio siglo después, Josep Pla se añadió a los decesos ilustres del día. Esto explica los trajines y angustias que los escritores pasamos cada 23 de abril, cuando nos matamos recorriendo los puestos de libros en busca del lector perdido. Morir por Sant Jordi se ha convertido en una aspiración noble para todo escritor.
Morir por Sant Jordi se ha convertido en una aspiración noble para todo escritor
Quizás sí que la jornada ha crecido tanto que se ha vuelto monstruosa, pero no es solo el día de los más vendidos. Con su eslogan oportunista, el actual Govern de Catalunya parece olvidar que Sant Jordi siempre ha sido de todos, incluso de Javier Cercas antes de transformarse en un autor cortesano.
Por suerte, en todo el país, amantes de las letras de cualquier pelaje han salido a la calle a intentar firmar sus libros. En mi barrio de Horta acaban de abrir una librería de segunda mano que se llama La Caracola, justo al lado de Lluïsos d’Horta, y este miércoles por su puesto de la calle Feliu i Codina desfilarán diez autores, diez, desde las 11 hasta las 20 horas. Sant Jordi, jornada de paradojas. ¿Qué se puede esperar de un día en el que se regalan millones de rosas aunque se lo inventara un señor que se apellidaba Clavel?