No entra dentro de los usos diplomáticos aceptados que el máximo representante de la política exterior de un país interfiera en la política interna de un aliado. Pero a la actual Administración de Estados Unidos con Donald Trump eso –y muchas otras cosas– le trae sin cuidado. Siguiendo los pasos del vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio, ha puesto nuevamente en duda la salud de la democracia en Europa y ha acusado a Alemania de ser una “tiranía disfrazada” por haber señalado al grupo de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) como una amenaza para la democracia.
Algo parecido opina la juez del Tribunal Supremo norteamericano Ketanji Brown Jackson sobre el Gobierno del que forma parte el propio Rubio y su política de acoso contra los jueces que ponen en cuestión las decisiones del Ejecutivo. La magistrada ha advertido que semejante práctica amenaza con “socavar la Constitución y el Estado de Derecho”. Rubio, no porque sí, votó en contra de su nominación en 2022.