“El dólar es nuestra moneda, pero es vuestro problema”, eso dijo John Connally , secretario del Tesoro de Richard Nixon, a finales de 1971, en la cumbre del G-10 de Roma. El 15 de agosto de 1971 Nixon había anunciado el fin de la convertibilidad del dólar en oro (también, por cierto, aranceles del 10%), pieza central del sistema de Bretton Woods instaurado en 1944. La famosa frase del expansivo Connally significaba que el dólar era la moneda de referencia internacional para el comercio y las finanzas, mientras que era gestionada según los intereses de EE.UU .
El dólar representa unas tres quintas partes de las reservas internacionales, así como de los depósitos y préstamos internacionales, y aún más porcentaje de las emisiones de bonos internacionales. Se calcula que la mitad de los billetes de dólares están en manos extranjeras. Esa posición permite a EE.UU. endeudarse mucho a bajo coste, un “privilegio exorbitante”, según sentenció el presidente francés Giscard d’Estaing.

El hecho es que recientemente el dólar se ha depreciado, los precios de los bonos del Tesoro han bajado y los inversores buscan refugio en el oro en un contexto de turbulencia de los mercados financieros, cuando normalmente estos abrazarían el dólar. Se han dado explicaciones técnicas para la volatilidad de los bonos del Tesoro, como las estrategias de los hedge funds para aprovechar las discrepancias entre los precios del mercado al contado y los futuros. La realidad es que la credibilidad de la política económica de EE.UU. se ha resentido, con medidas como los aranceles que van y vienen, en un contexto de una deuda pública muy elevada, de más del 120% sobre el PIB. Solo faltaba que se pusiera en cuestión la independencia de la Reserva Federal.
Una de las razones potenciales de la suspensión temporal de los aranceles anunciados fue que el rendimiento del bono del Tesoro a diez años llegara el mes pasado al 4,5% (los precios de los bonos se mueven inversamente a su rendimiento), además de la bajada de los valores de la bolsa y los problemas en la cadena de producción de grandes empresas multinacionales.
El reemplazo del dólar como moneda de reserva es muy difícil, pero el euro podría ser candidato
Miembros de la nueva Administración norteamericana piensan que la dominancia del dólar lo sobrevalúa y perjudica las exportaciones y la balanza comercial. El papel del dólar como moneda de reserva se pone, pues, en cuestión. El problema es que o bien se tiene una moneda fuerte y estable que sirva como reserva internacional o bien se apuesta por una moneda más débil, y más volátil, para intentar fomentar las exportaciones y la reindustrialización. Los dos objetivos son difícilmente compatibles.
El reemplazo del dólar como moneda de reserva es muy difícil por la posición que tiene y la inercia en las transacciones internacionales. Pero probablemente ya ha pasado su cenit. La erosión es posible si se deteriora la confianza en la estabilidad de la política económica de EE.UU., incluida la responsabilidad fiscal para controlar la enorme y creciente deuda. Se añade a ello el uso del dólar como arma en las relaciones internacionales, con sanciones en un mundo en el que las instituciones multilaterales se desvanecen y los conflictos se agravan.
No hay muchos candidatos para hacer sombra al dólar. El yen o el franco suizo tienen una base demasiado pequeña y el yuan chino no se puede internacionalizar sin una liberalización del mercado de capitales local. Queda el euro como candidato, tiene el apoyo potencial de una gran área económica, pero los 20 países de la eurozona no están integrados fiscalmente. Además, no tiene un mercado profundo de bonos, porque emite muy poca deuda común, aunque con el plan de recuperación pospandemia se financiara de forma mancomunada y aunque el futuro aumento de gasto en defensa también se haga en parte así.
El euro podría tener un mayor liderazgo mundial si el área euro fortalece su economía, mantiene la estabilidad política y el Estado de derecho en un mundo convulso, y emite eurobonos a una escala suficiente. Eso daría gran estabilidad a la política monetaria del Banco Central Europeo, incluido el impulso al euro digital. La expansión del uso internacional del euro podría ir de la mano de la expansión del comercio, por el aumento que se daría en la facturación en euros. Está en manos de los europeos que el dólar no sea nuestro problema.