Creo que fue José Carlos Llop quien me enseñó que los que son capaces de entender a la propia familia son capaces de entender el mundo. Me parece que fue Ignacio Martínez de Pisón quien me hizo ver que los crímenes familiares no prescriben: puedes preguntar por qué no nos hablamos con una tía abuela o con un primo, y nadie recuerda ya el motivo; sin embargo, aquella animadversión persiste durante generaciones. Aprendí de Natalia Ginzburg que existe un Léxico familiar, un código íntimo por el que nos comunicamos y hacemos bromas que nadie más identifica, un lenguaje a partir del cual interpretamos lo que nos rodea.

De los tres sé que no hay que escribir para desquitarse o sacar trapos sucios. Ahora, Marcos Giralt Torrente incorpora una exploración de los complejos mecanismos del amor (pese a todo y sobre todo) mientras ahonda en esas fabulaciones con las que Los ilusionistas cuentan (o contamos, o nos contamos) la propia historia. Hijo, nieto y sobrino de escritores y artistas, indaga en las trampas de la identidad, no tanto desde un quién soy como desde un qué éramos. De qué modo la dificultad de pactar con la realidad convirtió a su abuelo en un dispensador de mitos, a sus tíos en una suerte de románticos intensos, hizo que su madre creara un imaginario donde encontrar abrigo. Y hasta qué punto él es heredero de todo eso.
Cuando escribes sobre tus parientes antes de que tú nacieras, entonces los descubres
Con una emoción analítica, Giralt Torrente se adentra en los conflictos sin caer en lo escabroso. Y así describe un entorno difuminado por las ausencias, testarudamente presentes. Personajes que no saben situarse entre tanta lectura y tanta fiesta intelectual, y tantas ganas de libertad, y acaban extraviándose por una falta de referentes o de compromiso o por no haber sabido poner los pies en el suelo. Será el hijo (o el sobrino) quien acabe acompañándolos, más centrado, recobrando responsabilidades que sus mayores no siempre fueron capaces de asumir.
Cuando escribes sobre tus parientes antes de que tú nacieras (es decir, cuando tu existencia no era ni siquiera una idea, cuando nada los ligaba a ti), entonces los descubres. Como se descubre el mundo, con sus reyertas y conquistas y la construcción de múltiples relatos que, a diferencia de los de la historia, no son de los ganadores, sino de quienes crearon la ilusión de una familia.