Cinco años después de que la Unión Europea y el Reino Unido sellaran su divorcio, ambas partes han decidido rehacer puentes en una muestra de pragmatismo político y de que han constatado que la mejor opción es estrechar sus relaciones frente al nuevo orden global y ante una grieta transatlántica cada vez más profunda.
Los británicos han comprobado en este tiempo que los beneficios de salir del paraguas comunitario, y que les llevaron por un pequeño margen a votar por el Brexit en el referéndum del 2016, eran más declarativos que efectivos, más retóricos que reales. Lo que se vendió como una afirmación de soberanía se convirtió en un lastre. Sí, la vida de los británicos cambió, pero a peor. Los sucesivos gobiernos conservadores han sufrido sus consecuencias y ahora el Ejecutivo laborista que preside Keir Starmer ha decidido que la mejor opción es reiniciar las relaciones con la UE
–“abrir una nueva era”– y empezar nuevas vías de cooperación con las instituciones europeas.
No es un regreso británico al seno comunitario. Esa opción está descartada. Pero sí iniciar una nueva etapa, olvidar rencores y acusaciones mutuas de tiempos pasados y trabajar juntos en un clima de amistad y cooperación para reforzar la relación. El acuerdo firmado el lunes en Londres por Starmer, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, en la primera cumbre bilateral desde el 2020, se centra en la defensa, el comercio, la movilidad juvenil y la pesca.
Primer acuerdo entre el Reino Unido y la UE, centrado en la defensa, el comercio y la pesca
Londres mantendrá sus aguas abiertas a los pescadores comunitarios durante 12 años después de que, en el 2026, acabe el pacto actual. Esta prolongación hasta el 2038 ha sido muy criticada por los sindicatos de pescadores, que reclaman más soberanía marítima, y por la oposición británica. Otro de los acuerdos es que la UE suavizará los controles sanitarios y fitosanitarios para los productos británicos que contienen componentes animales o vegetales, lo que reducirá los trámites burocráticos que gravaban a las empresas y provocan enormes colas en la frontera. Las mercancías volverán a circular libremente, incluso entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ayer, en el Parlamento, Starmer afirmó que este acuerdo otorga al Reino Unido un acceso “sin precedentes” al mercado comunitario.
Sin concretar detalles, se aprobó también abrir negociaciones para el intercambio de jóvenes para viajar, estudiar y trabajar a ambos lados del canal de la Mancha. Sin embargo, Londres teme que cualquier programa de movilidad juvenil suponga la vuelta a la libre circulación entre la UE y el Reino Unido. Por eso insiste en que no traspasará sus líneas rojas: no habrá regreso al mercado único ni a la unión aduanera o a la libertad de movimiento.
Otro de los acuerdos prevé crear una Asociación de Seguridad y Defensa, y se produce en un momento en que la UE y el Reino Unido se apresuran a rearmarse ante la amenaza de Rusia y el temor de que, bajo la presidencia de Trump, EE.UU. reduzca su alianza estratégica con Europa. Se abriría así la posibilidad de que Londres se una a las misiones militares de la UE y de que pueda aprovechar un fondo de defensa de 150.000 millones de euros que está creando el bloque comunitario.
Londres y Bruselas abren una nueva etapa, impulsada por los cambios en el orden mundial
Donde no hubo acuerdo fue sobre cómo combatir la migración ilegal, un asunto que es “prioridad absoluta” para Starmer. El premier es muy cauteloso en este tema, debido al aumento del apoyo al partido de extrema derecha antiinmigración y euroescéptico Reform UK, de Nigel Farage. De hecho, este acuerdo ha dado nueva munición a la oposición conservadora y a los brexiters . Los tories hablan de “rendición” de Starmer ante la UE y de “vender” el país. Ayer, en los Comunes, su líder Kemi Badenoch acusó al líder laborista de haber cedido a la UE “muchos de los logros obtenidos en soberanía, financiación y control sobre nuestras leyes”.
Londres y Bruselas abren nueva etapa impulsados por los cambios en el orden global. Han acercado posiciones y han repensado sus vínculos comerciales al ver la errática política arancelaria de Trump y sus advertencias de que Europa debe hacer más para protegerse a sí misma. Cuando llegó al poder, en julio del 2024, Starmer prometió una nueva relación con la UE. Ahora, tras meses de negociaciones, ambas partes han decidido que lo mejor es pasar página y reconstruir la confianza en un contexto de inestabilidad mundial.
El divorcio no tiene vuelta atrás, pero los dos quieren redefinir sus relaciones y trabajar juntos para afrontar problemas comunes. El ministro de Exteriores, David Lammy, no pudo ayer explicarlo mejor: “Los británicos han pasado la página del Brexit y quieren pragmatismo”.