El PSOE sueña con un ‘Frente Andaluz’

Cuadernos del Sur

La política española es como un colosal juego de disfraces donde no rige más regla que la demagogia, esa pragmática para conquistar –o conservar– el poder mediante la dominación tiránica de los ciudadanos gracias al (auto)elogio, la exageración, el exceso y la mentira. Si ustedes dudan de esto, queridos lectores, basta con que recuerden el escepticismo, ingenuo y deslumbrante, del gran Josep Pla, que sostenía: “Sin el pragmatismo localista, la política es pura demagogia; y sin las ilusiones superiores es pura mediocridad administrativa”.

Salta a la vista que ni el PP ni el PSOE, que medirán sus fuerzas en Andalucía dentro de algo más de un año, puede que incluso antes si se consuma un súbito adelanto electoral, practican la filosofía del idealismo alemán. Su idea sobre los intereses regionales es, en general, escasa o aérea. Para sus dirigentes todas las batallas políticas territoriales son augurios de la guerra estatal. Así que prevalece de forma natural el elemento populista, compartido por todos.

Pla escribió también, en una de esas frías madrugadas en soledad en su masía de Llofriu, que la política no es sino “un proceso de encadenamiento”. Los socialistas andaluces quieren creer lo mismo porque el último capítulo de su novela es articular un Frente Andaluz de Izquierdas que agrupe en torno suyo a todos los votantes progresistas, al margen de los del PSOE.

María Jesús Montero, a su llegada este viernes a la reunión del Comité Director del PSOE-A

María Jesús Montero, a su llegada este viernes a la reunión del Comité Director del PSOE-A

EFE

La idea desvela el pánico de los socialistas, con María Jesús Montero a la cabeza, a naufragar en Andalucía. Según todas las encuestas dignas de crédito, el PSOE no ha mejorado nada su posición electoral en el Sur. Necesita, por tanto, captar el voto de los electores a su siniestra –las parroquias de IU, Podemos y Sumar– para no depender de lo que ocurra con el enésimo intento de convergencia (bélica) entre estas minorías y otras marcas políticas menores.

La primera entrega de la fábula ha sido el anuncio de Montero –hace ahora una semana– de rebautizar la estación de AVE de Córdoba con el nombre de Julio Anguita, el último gran líder histórico de los comunistas meridionales. La vicepresidenta se presenta ya ante sus militantes como “la candidata de toda la izquierda”. Así. Sin más. ¿Blanco y en botella? Es leche.

Las urgencias del PSOE son la causa de que en el Quirinale (San Telmo) se crea que habrá coincidencia entre las generales y las autonómicas. El PSOE no cuenta con la certeza de lograr una mayoría similar a la de la investidura. Así que debe conseguir la movilización de todos los votantes de izquierdas y calibrar el grado de participación –la abstención juega en su contra– antes de adoptar una decisión definitiva sobre el hipotético adelanto electoral.

Antonio Maíllo, líder de IU

Antonio Maíllo, líder de IU

EFE

Andalucía va a ser el campo de pruebas. Por mucho que tanto Moreno Bonilla como el presidente del Gobierno digan en público que agotarán sus respectivas legislaturas, nadie les cree por completo. El PSOE quiere designar cuanto antes, en junio y sin primarias, a la vicepresidenta como candidata a la Junta. Ya tienen un comité de campaña donde están todas las famiglias del partido. Acto seguido deben seducir a los votantes de IU, Sumar y Podemos.

El optimismo que muestran en público, sin embargo, es impostado. Los veteranos del PSOE andaluz saben –y admiten– que la acumulación de cargos de la ministra de Hacienda supone un grave problema (presencial) y temen –no sin razón– que el PP centre la pugna política en los agravios económicos del Gobierno central con Andalucía. Esto es lo que va a suceder.

San Telmo tiene previsto elevar durante los próximos meses de forma notable el tono de sus reivindicaciones sobre el trato divergente que la Moncloa depara a Andalucía en contraste con su receptividad ante las demandas que proceden del PSC y de los partidos independentistas. El PP tiene la agenda llena: el bloqueo de la financiación autonómica contrastará con las negociaciones sobre el concierto catalán; las averías en la red eléctrica y las inversiones ferroviarias del Estado en el Sur (175 millones de euros; datos de 2022), y cuya prueba de cargo es la crisis del AVE, se compararán con los fondos para Catalunya (1.295 millones).

Pedro Sánchez y Moreno Bonilla

Pedro Sánchez y Moreno Bonilla

EFE

¿Cómo va a responder el PSOE esta intensa artillería? El debate no está cerrado, pero parece que intentará recoger del suelo la bandera del andalucismo que abandonaron hace ahora siete años, cuando el pacto PP-Cs-Vox los expulsó de San Telmo. No lo tienen fácil. A diferencia de lo que ocurría en los casi cuarenta años de hegemonía socialista en Andalucía, el escenario ahora es distinto. Y no se debe a que el PSOE lleve ya siete años anclado en la oposición.

Hay un elemento nuevo y relevante. Hasta ahora nunca un Ejecutivo central presidido por un político socialista había aceptado –y defendido– otorgar un trato divergente a las autonomías en función de intereses partidarios. Sánchez es el primero que recorre este camino debido a su dependencia del PSC (en términos internos) y de ERC y Junts (desde el punto de vista parlamentario). Y las consecuencias electorales de esta decisión todavía son una incógnita.

Sobre todo en Andalucía, cuya idea del autogobierno está íntimamente vinculada al concepto de igualdad y simetría entre autonomías. Montero tiene que devorar a IU, Sumar y Podemos para no hundirse. Para conseguirlo promete altas dosis de escabeche andalucista, mensajes vociferantes y vacíos de contenido. Igual que la música de una verbena blanca y verde.

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Las minorías situadas a la izquierda del PSOE, por supuesto, no se van a dejar matar. Librarán su batalla. Más que con una candidatura única –cosa harto difícil, porque Podemos quiere descabellar a Sumar y marcarle el paso a IU– pueden hacerlo descafeinando la agenda catalana, igual que critican los gastos en Defensa, si el precio fuera estrellarse en Andalucía.

No parece que IU, cuya supervivencia depende de mantener su estructura institucional en el Sur de España, donde es primus inter pares de las siniestras, tenga ninguna intención de inmolarse. El oponente oficial de Montero en Andalucía es Moreno Bonilla. El adversario político real tiene otro nombre. Se llama Antonio Maíllo. Y es el líder de Izquierda Unida.

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