Ante las catástrofes

Ante las catástrofes
Editorial Team

Los grandes desastres suelen sacar a la luz lo mejor y lo peor de gobiernos y gobernantes. Suelen dar ocasión a reflexiones más generales, ora sobre nuestra clase política, ora sobre el carácter nacional. El apagón de hace un mes, el 28 de abril, no ha sido una excepción a esa costumbre. Hoy me atrevo a seguir en la línea de dos ilustres colaboradores de este diario, Ignacio Sánchez-Cuenca (3 de mayo) y Juan-José López Burniol (10 de mayo), pero retrocederé un poco en el pasado para ofrecer una perspectiva más variada sobre las reacciones de diversos gobiernos a catástrofes de distinta índole, a la vez que me abstendré de formular juicio sobre las reacciones al reciente apagón, sobre cuyos orígenes falta aún un diagnóstico fiable.

Noviembre de 1981: el llamado escándalo de la colza. Reacción del entonces ministro de Sanidad: “Ese es un bichito que si se cae se mata”. Realidad: 5.000 muertos y secuelas sobre unas 20.000 personas. Noviembre del 2002: naufragio del Prestige, la mayor catástrofe ecológica de la península Ibérica. El entonces ministro del Interior habla de “unos hilillos” que aparecen en las playas de Galicia. Realidad: 77.000 toneladas de combustible. Se tarda más de dos años en vaciar el casco del buque naufragado y en limpiar las playas.

OURENSE (ESPAÑA), 29/04/2025.- Varias personas en la terraza de un bar al caer la noche durante el apagón eléctrico en Ourense. EFE/ Brais Lorenzo

 

Brais Lorenzo / Efe

Septiembre del 2008, caída de Lehman Brothers. Comentario del entonces presidente del Gobierno: tenemos el sistema financiero más sólido del mundo, esto aquí no pasa. Realidad: hoy, casi veinte años más tarde, la mitad de nuestro sistema bancario ha desaparecido, y nuestra renta per cápita aún no ha alcanzado el nivel de entonces. Marzo del 2020, inicio del confinamiento por la covid. Comentario del entonces ( y ahora) presidente del Gobierno: estamos perfectamente preparados para resistir la pandemia. Realidad: unos catorce millones de contagiados, más de cien mil fallecimientos. Un último episodio: la reacción del presidente de la Generalitat Valenciana cuando los rectores de las universidades le notificaron su decisión de suspender las clases la mañana de la dana: que eran unos exagerados.

La muestra es demasiado pequeña para extraer regularidades estadísticas; prueba de que nuestro país no se ha visto castigado a menudo por el infortunio. Esa reducida muestra nos permite, sin embargo, detectar ciertos patrones de comportamiento que parecen característicos de los gobiernos de uno y otro signo en nuestro país.

Derecha e izquierda deberían ser conscientes de su conducta insuficiente ante una situación grave

Veamos: los gobiernos que podemos llamar de izquierdas tienden a manifestar una fe sin límites, no solo en la entereza de sus conciudadanos, sino también, y quizá sobre todo, en la extraordinaria capacidad y eficacia de los sistemas concebidos, planificados y construidos por los poderes públicos, es decir, en parte al menos, por el mismo Gobierno. El orgullo de una labor que se considera excelente es, pues, la base de las reacciones de sus responsables: no se preocupen, está todo a punto.

En el borde opuesto de la trinchera –porque una trinchera es, por desgracia, lo que hoy separa a los grandes partidos– impera la cautela, llevada al extremo de minimizar la magnitud de la catástrofe o del escándalo, de negar a veces su misma existencia. En esta línea podríamos añadir las recientes declaraciones de una antigua vicepresidenta del Gobierno que negaba, ante una comisión del Senado, que le constara una llamada “policía patriótica” cuya existencia es más que sabida. Esa negación es muestra de la misma actitud: lo que niego no existe, y lo que usted no sabe no le hará daño. Esa parece ser la base de la respuesta de la derecha a las crisis.

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Alfredo Pastor
Chinese made cars, including Volvo and other brands, are seen at the port in Nanjing, in China#{emoji}146;s eastern Jiangsu province on April 16, 2025, as they wait to be loaded onto ships for export. China told Washington on April 16 to

Haber tenido en cuenta las reacciones de gobiernos de ambos signos nos permite aventurar una primera conclusión: ni unos ni otros están en posición de ser los que arrojen la primera piedra. Por el contrario, unos y otros deberían ser conscientes de lo insuficiente de su conducta ante un acontecimiento grave, y deberían saber que la repetición de esas conductas no tiene más resultado que aumentar la desconfianza que a la ciudadanía inspiran todos los pronunciamientos de nuestros políticos. Dos ingredientes son indispensables para recuperar esa confianza: el reconocimiento explícito de los errores (no valen las generalidades) y el sometimiento sin excepciones a la verdad. Algo de modestia y un poco de vergüenza deberían ponernos en el buen camino.

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