Es difícil imaginar el rostro de Donald Trump ante el espejo de su baño, al levantarse ayer de la cama cuando aún era noche cerrada en Washington. Ojeroso, con el ceño fruncido y el pelo desmadejado. Sin los tintes reparadores del cabello y la cara debía de parecer un espectro. Era consciente de que las malas noticias se acumulaban en la prensa y en los matinales de televisión.

En pocas horas, el Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos había declarado ilegales los aranceles generalizados de Trump, Elon Musk se había despedido tras mostrar su indignación por las políticas de la Casa Blanca y el expresidente ruso Dimitri Medvédev le había amenazado seriamente por las decisiones de la OTAN y sus aliados sobre Ucrania.
En un solo día Trump vio como un tribunal tumbaba los aranceles, Musk se iba y los rusos le amenazaban
Las desgracias nunca vienen solas no solo resulta un proverbio español, sino que es también una sentencia inglesa. En Hamlet, Shakespeare escribió que las desgracias no es que no vengan solas, sino que llegan a batallones. Y Cervantes en El Quijote avisaba que un mal llama a otro mal. Ante este cúmulo de circunstancias, los escritores tienen poco que recomendar más allá de tener un poco de paciencia y esperar a que la tormenta amaine. Pero eso no vale para Trump, que necesita revolucionarlo todo, para que algo parezca que cambie. Así que se pone a firmar decretos con su letra de miope egocéntrico para intentar que el mundo tiemble.
Cuando está de mal humor, sus colaboradores saben que les hará ir de cráneo: decisiones imprevistas, demora en las reuniones y gestos de fastidio, antes de desatar su furia. No es fácil calmarlo. Anthony Senecal, el que fue su mayordomo durante muchos años en su finca de Mar-a-Lago, lo había intentado todo para tranquilizarlo en los peores momentos. En una ocasión, según explicó en The New York Times, supo por un aviso desde el avión privado que llegaba indignado con la humanidad. Y no se le ocurrió otra cosa que contratar una orquesta para que al bajar por la escalerilla le tocaran Hail to the chief (saludos al jefe). Al menos consiguió sacarle una sonrisa. Esta vez será más complicado: ayer repartió amenazas, pero se le vio tocado. En ningún caso, hundido.