Norman Foster cumple hoy 90 años. ¡Felicidades! A esa edad, en la que tantos han muerto o viven de recuerdos, el arquitecto británico sigue trabajando. Lo vi hace apenas un mes en la Bienal de Venecia, presentando en persona un prototipo de pasarela para acceder a ríos y lagos. Iba impecablemente vestido, no aparentaba la edad avanzada que tiene y departía amablemente con cuantos se le acercaban.
¿Por qué continúa trabajando Foster? Desde luego, no es por dinero. Hace años que aparece en los rankings como el más rico entre sus colegas, con una fortuna de 240 millones de dólares, estimación que ahora acaso se quede corta. También siguen al pie de cañón otros veteranos y afamados arquitectos, como el norteamericano Frank Gehry, el español Rafael Moneo o el italiano Renzo Piano.
Gehry, de 94 años, ha reducido mucho su agenda viajera, pero sigue sin saber encontrar el día o el motivo para retirarse, de manera que acude a diario a su oficina de Los Ángeles. Ahora termina un rascacielos de 84 plantas en su Toronto natal, la edificación de mayor altura que ha realizado. Rafael Moneo, recién cumplidos los 88 años, anda enfrascado en distintos proyectos, como dos torres en Seúl o la ampliación de la estación de Atocha. Renzo Piano, de 87 años, construye en los cinco continentes y mantiene estudios en París, Génova y Nueva York, a los que hasta hace poco rendía visita mensual.
¿A qué deben atribuirse semejantes longevidades profesionales? Si habláramos de compañeros menos ilustres, la respuesta sería fácil: no les queda más remedio para llegar a fin de mes. Pero no es el caso de los mencionados. El secreto de su longevidad profesional quizás haya que atribuirlo a una vocación y una curiosidad imperecederas. Dice Foster que “la realidad de hoy es la ciencia ficción de mi juventud”. Y da la sensación de que no quiere perderse nada de aquello con lo que la vida pueda todavía sorprenderle.
O quizás sea que el talento y el éxito de estos creadores son adictivos y tienden a retroalimentarse y a retrasar su despedida. Al menos, mientras la mente siga inquieta y el cuerpo aguante.
