Vestido todo de negro, con una gorra con las siglas del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que hasta ahora dirigía y una camiseta que jugaba al doble sentido con la película El Padrino ( The Dogefather por The Godfather ), no fue sin embargo la vestimenta de Elon Musk lo que más llamó la atención de su comparecencia del viernes, junto al presidente Donald Trump, en la Casa Blanca. El multimillonario propietario de Tesla y la red social X, que pretendía despedirse así de su participación en el Gobierno de EE.UU., apareció con un ojo morado que dio pie a todo tipo de especulaciones.
Preguntado por el estado de su ojo, Musk bromeó diciendo: “Bueno, no estaba cerca de Francia...”, aludiendo –sin decirlo– a la bofetada que el presidente francés, Emmanuel Macron, recibió de su esposa, Brigitte, en su viaje a Asia. El magnate aseguró a los periodistas que el morado había sido fruto de un puñetazo que le dio su hijo, Lil X, de cuatro años, al que él mismo habría invitado: “¡Anda, pégame!”. Un momento de complicidad como el de los Macron.