Cuando creíamos que nada podía superar la atroz singularidad de Auschwitz, Trump habló de convertir Gaza en el resort más lujoso de Oriente Medio. Fue en febrero y la comunidad internacional, mostrando la pizca de dignidad que le queda, reaccionó con asco a la ocurrencia. Ahora Netanyahu ha mencionado de nuevo el proyecto en una reciente rueda de prensa, confirmando así la voluntad de los vencedores de tratar el final de la persecución desde un enfoque tecnocrático que les exima de cualquier objeción moral. En favor de los alemanes cabe decir que asumieron la culpa: en lugar de un resort, edificaron un memorial. Y si bien es cierto que ambas cosas se parecen (también en Auschwitz abundan los turistas que se hacen selfies en actitudes poco congruentes con la solemnidad del lugar), no son lo mismo.

Algunas imágenes del vídeo que hizo Trump en su red social sobre cómo imagina el futuro de Gaza como resort
El visitante del memorial se compromete con el pasado colectivo. El cliente del resort de lujo solo se compromete con su propio futuro: pretende cuidarse, crecer “espiritualmente” (no en conciencia social) y olvidar cualquier mal rollo mientras participa en originales actividades recreativas. El memorial pone el acento en la culpa (sin la cual seríamos psicópatas). Una culpa ineludible porque formamos parte de la misma humanidad que ha perpetrado la masacre. El resort pone el acento en la irresponsabilidad de una sociedad cada vez más individualista e infantilizada.
El memorial apela a la memoria colectiva recordándonos la necesidad de aceptar la diferencia del otro
El memorial apela a la memoria colectiva recordándonos la necesidad de aceptar la diferencia del otro para que jamás se repita lo ocurrido. Promueve el recuerdo y el respeto por las víctimas del hecho que conmemora y nos incita a la reflexión para aprender de nuestros errores. El resort de lujo nos propone vivir una experiencia memorable con el placer y el bienestar como objetivo prioritario.
La serie The white lotus, con su caricatura de este tipo de complejos turísticos, nos revela los tics de una industria que abandera la felicidad como mercancía ideal para un sistema que se nutre de la búsqueda del bienestar emocional a toda costa, incluso a costa, como ahora nos proponen, de intentar armonizar nuestros chakras sobre los cadáveres de miles de gazatíes.
En el fondo de este proyecto obsceno subyace la dicotomía resort versus memorial como metáfora de un mundo sin alma. Una sociedad que, a base de intentar cultivar tan solo sus emociones positivas, a base de convencerse falsamente de que lo que existió nunca ha existido, va camino de alcanzar una cifra récord de bajas vinculadas a la salud mental.