El alarmista negocio de las empresas de alarmas

CONFUSIÓN VITAL

Tengo un muy buen amigo que hace unos meses consiguió una cosa casi imposible: comprarse un piso en Barcelona. Y no para especular. Para vivir. Un tío raro, mi amigo. Desde que pidió la hipoteca se encontró con un tema recurrente: la seguridad de su nueva vivienda. La empleada del banco le apretaba para que pusiese alarma. Le daba un tipo de interés más bajo si la contrataba. Y le insistía: “Cómo no vas a poner alarma comprándote un piso que es un primero”.

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Martín Tognola

Pero mi amigo es de convicciones firmes. Nunca ha sido alarmista. Le causa rechazo la avalancha de publicidad agresiva que por tierra, mar y aire recibimos de las grandes compañías dedicadas al sector. Publicidad para asustar al personal. A mi amigo le da rabia que en menos de diez años el foco informativo haya girado 180 grados. Hemos pasado de hablar de desahucios a hablar de ocupaciones, cuando las estadísticas oficiales desmienten que la ocupación sea un problema del tamaño que indican las horas de atención mediática que se le dedican.

Como ya le advirtió la empleada del banco, pasó lo que tenía que pasar. A mi amigo le entraron a robar durante la Semana Santa. Lo que más le sorprendió no es que le removiesen los cajones y los armarios o que le robasen un portátil. Le sorprendió lo que mucha gente le comentaba sobre el robo: “Pues suerte has tenido que han entrado y no se han quedado a vivir”, como si eso fuese lo habitual. Ese es el marco mental en el que vivimos. El marco mental que ha ganado la batalla cultural.

Hemos pasado de la España de la PAH a la España de Desokupa

Mi amigo tuvo que comerse su rabia y sus principios, y empezó a llamar a empresas del sector de las alarmas. La primera fue una compañía que ahora ha entrado en el negocio, que también es plataforma televisiva y tiene el fútbol en exclusiva. No daré más pistas. Fueron muy amables y atentos con él. Le insistieron en que ellos tienen un seguro antiocupación y una cámara que graba si te entran ocupas. Se ve que aportando esas imágenes las autoridades judiciales los echan en un plis. “Sin imágenes, los ocupas se quedan porque la legislación es muy laxa con ellos”. Mi amigo les dice que se lo pensará. Durante las cuatro semanas siguientes el mismo señor, siempre amable, le llamó unas quince veces. Si no le pillaba el teléfono, le llamaba desde otro número.

Su segunda experiencia fue con otra compañía veterana del sector, muy se­gura y muy directa. No daré más pistas. Llamó un viernes a las seis de la tarde. Y lo primero que le dijo el comercial era si se la podía instalar antes del domingo, que así se ganaba un bonus. Descartada esta opción, le dijeron que solo le harían el presupuesto si iban a su casa. Mi amigo no quiso dar su dirección. Y siguieron llamándole perfiles de comercial de todo tipo: poli bueno, poli malo, agresivo, otro más educado. Cuando comprobaron que no tenían nada que hacer, la última te­Lefonista le dijo que si le volvían a entrar a robar, esta vez sería por su culpa.

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Mi amigo ya tiene alarma. Se la ha instalado una empresa pequeña, donde le explicaron la oferta y le dijeron algo inédito hasta entonces: cuando lo tengas claro, ya nos llamarás. Y no deja de preguntarse: si a mí me han tratado así, ¿cómo tratarán a las personas mayores? Tienen que ser un espectáculo las sesiones formativas de estas empresas.

Hemos pasado de la España de la PAH a la España de Desokupa, cuyo líder confraternizaba con Aldama el pasado miércoles. Todo en orden. Según todas las encuestas, esto es lo que viene. Que Dios nos coja confesados. Porque alarmados ya estamos­.

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