El que siempre se acobarda

El mote es un arma de doble filo. Puede ser usado para rebautizar a alguien de modo cariñoso. Pero también para criticarle, identificándole con sus defectos o vicios. Donald Trump es un practicante interesado y contumaz de esta segunda opción. En la campaña del 2016 llamó a Hillary Clinton, en público y reiteradamente, “Hillary la mentirosa”, “Hillary la loca” o “Hillary la corrupta”, entre otras lindezas, y logró su primera presidencia de EE.UU. Llamó a Kamala Harris, durante la campaña de 2024, “camarada Kamala”, “Kamala la mentirosa” y “Kamala la loca”, ganándole a continuación las elecciones.

Trump está abonado al uso del mote, del apodo, del alias. Lo utiliza como un arma. Todos los rivales reciben sus descalificaciones, en un tono más propio del colegio que de la política, pero parece que efectivo. A Joe Biden, ya achacoso y con lapsus, le llamaba “Joe el dormilón”. Y a su familia, “la familia criminal Biden”, un apodo de ecos mafiosos.

US President Donald Trump during a meeting with Friedrich Merz, Germany's chancellor, not pictured, in the Oval Office of the White House in Washington, DC, US, on Thursday, June 5, 2025. Relations between Washington and Berlin are tense amid issues ranging from trade imbalances to support for Kyiv. Photographer: Chris Kleponis/CNP/Bloomberg

 

Chris Kleponis / Bloomberg

El actual inquilino de la Casa Blanca tampoco escapa, claro, a los motes. Su favorito lo acuñó él mismo: “un genio muy estable”. Pero la gran mayoría no son halagadores. A Trump le han llamado “el hombre naranja”, “el agente naranja” o “la pesadilla naranja”, por su afición al maquillaje o el bronceado de ese color. También Cheeto Satan o Cheetolini, de nuevo por el color de su rostro, que cada día se parece más al de los Cheetos, y también por su conducta, que se va acercando a la del demonio o a la de un dictador tipo Mussolini. Otros le llama Fake President, Trumpoleon o Don Teflon (porque acumula causas judiciales como el gángster John Gotti). La lista es larga.

Pero el mote que más le molesta es uno reciente, que se extiende a gran velocidad: TACO, acrónimo de “Trump Always Chickens Out”. Es decir, Trump siempre se acobarda (o se echa atrás). Porque en él resuena, formal y fonéticamente, MAGA (“Make América Great Again”), su lema de fondo, impreso en millones de gorras y camisetas. Pero, sobre todo, porque describe con elocuencia las idas y venidas de los aranceles, línea maestra de su política, y pese a ello tan variable. Desde que Trump asumió la presidencia en enero, se han contabilizado unas cincuenta ocasiones en las que anunció o revirtió casi de inmediato medidas arancelarias.

¿Hay otros motivos por los que le fastidia a Trump el apodo TACO? Sí los hay. Porque refleja su personalidad real, opuesta a la que proclama. El presidente actúa como un tipo arrogante que promete avances y firmeza. Pero TACO lo presenta como alguien que no hace lo que dice y, por tanto, no es fiable. Como alguien deshonesto que facilita mediante sus vaivenes arancelarios caídas de la Bolsa y subsiguientes alzas, con las que los inversores avisados se lucran.

A Trump, que se ha pasado la vida poniendo motes a los demás, no le gusta nada su último alias

Como presidente, Trump es el commander in chief (comandante supremo) de las fuerzas armadas de EE.UU. Según otro de sus motes, Trump es el commander in thief (juego de palabras que lo presenta como comandante de los ladrones, la reencarnación del Monipodio cervantino). Y para el Servicio Secreto de EE.UU., que suele poner un alias a todos los presidentes y altos funcionarios, Trump es mogul; o sea, magnate.

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Llàtzer Moix
El arquitecto Norman Foster en las obras del proyecto de ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao, a 17 de noviembre de 2022, en Bilbao, Vizcaya, País Vasco (España). El proyecto de ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao diseñado por Norman Foster y Luis María Uriarte se llevará a cabo con un presupuesto de 15 millones de euros que aportará el Departamento de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco. Está previsto que la ampliación esté finalizada para el verano de 2024, aunque las salas y edificios renovados se irán inaugurando paulatinamente antes de esa fecha.

Probablemente, el Servicio Secreto acierta. Porque Trump alardea de ser un triunfador en los negocios, aunque se ha arruinado varias veces, y tiene más de oportunista y ventajista que de creador de riqueza. Y porque lo que quizás le gustaría más a Trump es aprovechar la presidencia para ejercer como comandante supremo de los arribistas dispuestos a incrementar su fortuna sin escrúpulos.

Abona esta teoría la cena en la que reunió a los 220 grandes compradores de criptomonedas y consiguió soplarles, a cambio de quien sabe qué promesas, 394 millones de dólares en compras de su propia criptomoneda, la Trump. He aquí un evidente acto de vasallaje económico, de quien quiere pasar por la Casa Blanca enriqueciéndose. Algún antecesor habrá hecho quizás algo parecido, pero con menos desfachatez y sin pretender normalizar tal conducta, como hace Trump ante la alarmante pasividad general.

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