Ayuso y la gallina Caponata

El viernes, en la conferencia de presidentes celebrada en Barcelona, Isabel Díaz Ayuso hizo un anuncio que parecía una performance de mal gusto: si alguien le hablaba en catalán, se quitaría el pinganillo y se marcharía. No era ironía, ni desliz. Era amenaza formal. 2025, siglo XXI, Europa.

No fue una anécdota: fue una metáfora. Una escena que retrata con precisión el empobrecimiento político y moral de estos tiempos. No sólo hemos retrocedido en liderazgo institucional, también en algo más profundo: el respeto por la pluralidad, la aceptación del otro, el valor de una lengua que también es del Estado.

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Quique García / EFE

En 1979, cuando la democracia aún caminaba con muletas, Fernando Abril Martorell, vicepresidente de Adolfo Suárez, tuvo el coraje de decir: “El catalán debe recuperar no sólo su uso social, sino también su estatus institucional. Nunca debió ser arrinconado”. Cuarenta y cinco años después, no solo se arrincona: se estigmatiza. El catalán ya no es una lengua que molesta, es una lengua que se exhibe como amenaza.

El problema no es el catalán, es la alergia a lo que no sea una idea monocorde de España

Hubo un tiempo en TVE en que hablar catalán era simplemente natural. En 1980, en Barrio Sésamo, cada tarde, la gallina Caponata saludaba: “Bon dia, bona tarda, bona nit”. El caracol Pérezgil le seguía en euskera: “Egun on”, luego en gallego: “Bos días, rapaciños”, y finalmente en castellano. Era un gesto sencillo, poético, que enseñaba a los más pequeños que en España cabían cuatro lenguas sin necesidad de levantar la voz.

Hoy, en cambio, hay quien se quita el auricular como quien se arranca una ofensa. El problema no es el catalán, es la alergia a lo que no sea una idea monocorde de España. Lo que antes era riqueza, hoy molesta. Lo que antes educaba, hoy se combate.

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La ofensa de Díaz Ayuso eclipsó la manifestación en Madrid del PP. Una comparación: la de ayer, según la delegación del gobierno, movilizó a 50.000 personas. Según la misma delegación, la convocatoria de la Diada del 2024 (la peor de la historia) “fracasó” con 60.000. Todo depende del ruido y la presidenta de Madrid habla con una colección de megáfonos y altavoces de enorme potencia. Por ese ruido distorsionador el catalán ha sido señalado por el PP. Aunque la realidad es que el catalán no necesita pinganillos. Lo que quiere es que dejen de insultarlo por existir.

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