Las otras pequeñas cosas

Cantaba Serrat a “aquellas pequeñas cosas” que nos dejaron el rastro de “un tiempo de rosas” y, efectivamente, existen y de vez en cuando le das a la moviola de la vida y te recreas en ella. Son los recuerdos, las ocasiones perdidas o ganadas, quién sabe. Pero también hay pequeñas cosas que, sin que te lo esperes, ni lo busques, te complican la existencia y convierten un día que se presentaba normal en una jornada aciaga.

A close up view of an unrecognizable senior Caucasian female texting on her smartphone while lying in bed.

 

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A saber. Una buena mañana, muy de mañana, antes de las ocho, suena el teléfono y al otro lado, un joven (lo digo por como sonaba su voz) se identifica como operario de una conocida clínica privada (y no digo el nombre para que no me compliquen aún más la vida). A esas horas y aún medio dormida, contesto pensando que algo grave le ha pasado a alguien conocido, pero no. El muchacho llamaba para agendarme una revisión médica prevista para el próximo año, sí para finales del 2026. Le digo que no son horas y menos para un asunto tan poco urgente.

Sin que te lo esperes, hay circunstancias te complican la existencia y convierten un día que se presentaba normal en una jornada aciaga

Lejos de disculparse, el operario sigue erre que erre. Le señalo que no puede llamar a las casas antes de las ocho, se lo toma en sentido literal y me vuelve a llamar al poco rato cuando ya era después de las ocho. Vale, lo doy por perdido.

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Días después me dirijo al servicio de atención al paciente de la clínica no citada y allí otra muchacha se sorprende de mi protesta, alegando que ellos tienen un horario laboral y que soy yo la rara. Le intento explicar que para los asuntos no urgentes, las normas de cortesía y buena educación señalan que las llamadas se hacen entre las 10 h y las 14 h, y entre las 16 h y, como mucho, las 19 h.

Su contestación: que las normas del centro son otras y me entrega un formulario con el membrete del Departament de Salut de la Generalitat. Le digo que no voy a elevar una protesta a tan alto estamento, que, seguramente, tiene problemas más graves. Solo quería que los responsables del servicio telefónico de ese centro privado entiendan que, excepto si te tienen que avisar del mal resultado en una analítica, anularte una cita temprana o avisarte de que tu primo ha ingresado de urgencias, procuren que las llamadas se ajusten a un horario respetuoso. La contestación de la muchacha, ella sí con prisa para acabar su horario y dejar de escuchar a señoras mayores y gruñonas, fue que si no me iba del despacho llamaba al servicio de seguridad.

¿Cómo? A punto estuve de convertirme en la protagonista de uno de los relatos salvajes de la película homónima. Y salí del recinto tan apesadumbrada que a poco me atropella un coche que circulaba por la calle Sabino Arana.

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