La turistización es el impacto que la masificación turística tiene en el tejido comercial y social de un lugar. Sus efectos son tan arrolladores que obligan al entorno a adaptarse a su modelo. Cualquier alternativa será sepultada, fagocitada o expulsada. Industria, negocio local, agricultura, vivienda; todo acaba supeditado a la hostelería, al souvenir, al alojamiento rural o de tipo Airbnb, convertidos en la única opción de supervivencia.

Turistas en las calles de Sóller, en Mallorca
Cuanto más crece, mayor es su peso y más dificultades pone para arrancar un cambio, porque impide el desarrollo de otras actividades. Inversores, empresarios y gobiernos insisten en alimentar al monstruo que nos aplasta. La desestacionalización y la descentralización turística no hacen sino ampliar el área donde moverse a sus anchas. Llega con trabajo para todos, la gente aplaude, por fin les hacen caso. Hasta que descubren las condiciones: servirle. Y ya es demasiado tarde.
Gente que vive en autocaravanas, sanitarios que no tienen donde alojarse...
Como recuerda el antropólogo Jose Mansilla, el turismo consiste en vender lo que no es tuyo. Muy barato y con el agravante de que lo que se pierde en la transacción es irrecuperable. Mar, paisaje, clima, espacios y servicios públicos. Su monocultivo da lugar a un ciclo perverso: atraes turismo para tener más clientes, y los precios suben tanto que no puedes pagar el local ni salarios dignos a tus trabajadores, incapaces a su vez de hacer frente al alquiler. Ricos del mundo inauguran discos ibicencas y se hacen selfies en un yate. Pero Doctora Ibiza tiene una Miss Hyde: Eivissa. Con Formentera, soportan 21 turistas por residente. Su mercado laboral es de los más precarios del Estado, uno de cada tres menores está en riesgo de pobreza, al 46% de los isleños le cuesta llegar a fin de mes. Gente que vive en autocaravanas, sanitarios que no tienen donde alojarse, docentes que van y vuelven desde Mallorca en avión a diario.
Se amplía el aeropuerto de Palma en previsión de que Balears pulverice el récord de casi diecinueve millones de visitantes del 2024. La balearización se expande. Y con ella, la conciencia de que no vivimos del turismo, sino que malvivimos por sus excesos. Hoy hay una manifestación unitaria en las Illes, Barcelona, Pirineos, San Sebastián, Nápoles, Génova, Venecia, Lisboa, Granada y un etcétera que crecerá con cada nueva convocatoria.