La semana que hoy acaba ha sido para el PSOE una semana horribilis . Y para la mayoría de los ciudadanos españoles ha comportado otra dolorosa decepción política, al comprobarse que la corrupción más zafia sigue parasitando los altos círculos del poder, sea cual sea el partido mayoritario que lo ocupa.
La semana no empezó mal para el PSOE, ya que la manifestación convocada el pasado domingo en Madrid por el PP, bajo el lema “Mafia o democracia”, cosechó un éxito solo moderado. Pero, a partir de ese día, el PSOE encadenó sobresaltos. El lunes, el juez del Tribunal Supremo Ángel Hurtado solicitó algo inédito: la apertura de juicio contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. El martes, la UCO registró el domicilio de José Luis Ábalos, ex secretario de organización del PSOE, apartado de sus responsabilidades por Pedro Sánchez en el 2021, así como sedes de varias constructoras. El miércoles se filtraron informaciones comprometedoras del informe de la UCO en las que el círculo corrupto de Ábalos y Koldo García se amplía con la participación de Santos Cerdán, entonces todavía secretario de organización del PSOE. Y el jueves…
El jueves estalló un bombazo atronador al divulgarse el mencionado informe de la UCO, rico en grabaciones (hechas por García) en las que Ábalos, García y Cerdán hablaban con gran avidez y nulos escrúpulos del reparto de comisiones ilegales a cambio de adjudicaciones de obra pública.
Dicho bombazo hundió el ánimo del PSOE y de sus dirigentes, ilustrado por un Sánchez desencajado, que compareció ese jueves para pedir perdón hasta ocho veces. Su rostro denotaba la gravedad de la hora, la consciencia de estar afrontando su peor crisis en los siete años de Gobierno que lleva y, también, la incertidumbre que ensombrece su futuro inmediato.
El Gobierno atraviesa su momento de mayor debilidad según se acerca al ecuador del mandato
La crisis abierta en el PSOE, y por extensión en el Gobierno, se da precisamente cuando nos acercamos al ecuador del tercer mandato de Pedro Sánchez (investido la última vez el 16 de noviembre del 2023), que responde con un rotundo no cada vez que se le pregunta si va a adelantar las elecciones previstas para el 2027. Algo que la oposición no deja de exigir, en su insomne ofensiva parlamentaria contra los socialistas, que con trapacerías como las de Ábalos, García y Cerdán no hacen sino ir regalando munición a los populares, que siguieron usándola el viernes, ayer sábado y probablemente la continuarán usando también en días venideros.
Si Sánchez evita el adelanto electoral, los comicios podrían convocarse dentro de dos años, a más tardar el 22 de agosto del 2027. Pero la posición del Gobierno Sánchez es ahora la más débil de los últimos años, con la oposición oliendo sangre y los socios de investidura exigiendo explicaciones o reclamando el replanteamiento de sus relaciones con el PSOE.
En coyuntura tan delicada, Sánchez está obligado a algo más que otro golpe de efecto si de veras aspira a completar la segunda mitad de su mandato. La auditoría externa del PSOE que anunció quizás no baste. Los cambios en la ejecutiva de su partido no pueden interpretarse, tras las sacudidas de estos días, como una concesión, sino como una obligación perentoria. Un hipotético cambio de Gobierno podría devolverle parte de la iniciativa perdida. Pero, aun así, la oposición no le va a dar un respiro e intentará con sus continuos ataques opacar cualquier nuevo logro.
Sin cambios de excepción, difícilmente recuperará Pedro Sánchez la confianza perdida
Es ya apreciable en la sociedad española una sensación de fatiga, de hartazgo tras tanta y tan persistente corrupción. También se aprecia una creciente exigencia de regeneración moral que ninguno de los últimos gobiernos del PP o del PSOE ha sabido satisfacer. No se trata ya de promesas que caen en el olvido o de reformas de corto vuelo. Se trata de un renovado compromiso anticorrupción, en el que idealmente deberían participar los dos grandes partidos, al objeto de restaurar una afección social menguante que solo favorece a los ultras.
Estas y otras convulsiones agitan al país en vísperas de un julio que traerá el primer congreso del PP en ocho años, la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley de Amnistía y la renovación de la ejecutiva del PSOE, partido en el que empiezan a asomar candidaturas alternativas… Un julio, en definitiva, en el que la persistencia del ruido está garantizada.
Pedro Sánchez se ha levantado muchas veces tras caer. Pero, en esta ocasión, deberá proponer e implementar cambios excepcionales, capaces de recuperar la mucha confianza perdida, para intentar ponerse de nuevo en pie.