La integración del inmigrante

La integración del inmigrante
Catedrático y exdecano de Filosofía de la UB

Conozco desde hace años a Mohamed. Es carpintero y vive con su familia en Mataró. Habla catalán. No cobra en negro. Sus hijas entrarán en la universidad. Pero él me dice: “Hace más de treinta años que vivo aquí y aún me llaman inmigrante”. Eso es injusto y una muestra de que la integración de los inmigrantes no funciona bien. Son ya tan ciudadanos como los nacidos o nacionalizados aquí y aún se les llama “de fuera”. En especial si son musulmanes.

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Europa Press

España tiene un problema con la inmigración. La controla hasta cierto punto; pero se abstiene de hacer leyes de integración democrática y social de los ­extranjeros. Ahora la gestión de la inmigración es insuficiente y sin horizonte. Pues más importante que la gestión de la entrada es la de la acogida y, sobre todo, de la integración. Quizás ello no se contempla porque la inmigración da votos a la derecha y se los quita a la izquierda, que en esto falla también.

Ahora la gestión de la inmigración es insuficiente y sin horizonte

Es evidente que la cultura y la política de Occidente han entrado en un periodo de nihilismo e inmadurez rampante que le hacen, además, no darse cuenta de la situación. La falta de voluntad y en especial de reflejos inteligentes ante el fenómeno inmigratorio, que es global y creciente, es una señal más de nuestra pobreza mental. La necesidad de inmigrantes no ha de ser por la mano de obra, y por cierto barata, sino la necesidad de todos, nacionales y extranjeros, de construir juntos una sola sociedad de derechos y deberes compartidos. No es buenismo, sino pragmatismo democrático.

El criterio mercantil puede estallar si la economía retrocede. La mano de obra barata hay que dejársela a los robots, y los humanos, acostumbrarnos a vivir la diferencia y hacerlo dentro de la igualdad de derechos y oportunidades, pero también de los deberes de respetar al otro, cumplir la ley y construir juntos la tierra que será de los hijos.

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Por eso, pensar, legislar y dotar de recursos la integración, que no es cosa de un año ni de dos, es tan necesario y, debo decirlo, urgente. Temas como la empleabilidad, la vivienda, la lengua, el voto, el parentesco y la participación del inmigrante están aún por abordarse de forma clara y eficiente. Especialmente, en Catalunya, la lengua. Hay que evitar ser un país clasista, dividido por el idioma y excluyente. La integración es cosa de todos. Es una transacción que exige esfuerzo; pero quien tiene el poder y los medios para dirigirla son unos, no otros. A los nacionales incumbe mayor responsabilidad que a los recién llegados. Pero no ­reaccionamos.

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