De niño, destinaba una parte fija de mi paga semanal a comprarme la revista Mortadelo. Una vez descontadas esas 20 pesetas, me quedaba un poco de calderilla para gastos varios: chucherías, cromos o, si quería algún libro, como el Miguel Strogoff ilustrado de Bruguera, me guardaba lo sobrante en una hucha de Calimero y, en unas semanas, me hacía con la pieza. He pensado en aquel intenso placer, el de decidir a qué destinaba el dinero disponible, empoderándome con las posibilidades –un polo flash, un llavero, una calcomanía, unas pipas, una figurita de Superman...– al ver que España ha dicho que no a Trump y a la OTAN porque no está dispuesta a gastarse el 5% de su PIB en defensa, cuando con grandes esfuerzos ha conseguido llegar este año al 2%, menos de la mitad de lo que harán otros países.

Tal vez el Gobierno español no tiene en la debida cuenta el goce que experimentarían sus funcionarios imaginando a qué armas o dispositivos iban a destinar un presupuesto multiplicado por más de dos. Podría hablarles de premios literarios, de festivales y de proyectos culturales –algunos, encomiables– que han nacido porque en el departamento correspondiente
–normalmente, acostumbrado a las estrecheces– no sabían cómo gastar una partida presupuestaria que había sido aprobada y de la que debían disponer antes de finalizar el año. Esta creatividad, aplicada al armamento, podría dar grandes frutos.
¿Cómo gastar más del doble en defensa y contentar así a nuestros aliados?
España es un gran productor de armas –noveno exportador mundial–, pero también compra, sobre todo a Estados Unidos. Adquiere aviones de combate, helicópteros, fragatas, submarinos, municiones, misiles, sistemas de dirección de tiro, e incluso bayonetas, pistolas, subfusiles, carabinas, fusiles (de asalto, semiautomáticos y de francotirador) y ametralladoras.
¿Cómo gastar más del doble y contentar así a nuestros aliados? Leo que ya estamos ejerciendo el noble arte de la picaresca y este año, para llegar al 2%, hemos contabilizado como gasto en defensa todo tipo de compra vagamente relacionada, y adjuntado capítulos enteros como la ciberseguridad o la Guardia Civil, partidas tradicionalmente adscritas a otros departamentos. Permítaseme apuntar una vía inexplorada que ayudaría a cuadrar los números: el enriquecimiento de uranio para conseguir un día una bomba atómica española. Con nosotros, dada la simpatía que atesoramos por el mundo, habría mayor tolerancia, no nos sucedería como a Irán. Crearíamos muchos puestos de trabajo, así como cargos de influencia relacionados con el botón rojo del que dispondría el presidente del Gobierno. Se podrían encargar sus hombres de confianza.