Una pizzería en Ucrania

Mañana viernes 27 de junio se cumplen dos años del bombardeo que provocó la muerte de la joven escritora ucraniana Victoria Amélina. Junto a ella murieron otras doce personas. Son solo trece muertos, pocos en comparación con la cifra de víctimas civiles (unas doce mil quinientas), poquísimos al lado del total de cuatrocientos mil que, según algunos cálculos, ha causado ya esta guerra. Si entre todos esos muertos anónimos podemos rescatar el nombre de Victoria Amélina es porque en el momento del bombardeo se encontraba en compañía del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, que acaba de publicar un libro memorable sobre aquel episodio.

La literatura, cuando es buena, cuando es gran literatura, tiene el poder mágico de vencer a la muerte y crear vida donde ya no la hay. Abad Faciolince demostró estar en posesión de ese don cuando escribió El olvido que seremos, evocación de la felicidad de su familia antes del asesinato de su padre en el verano de 1987. Si gracias a ese libro el doctor Héctor Abad Gómez está más vivo que nunca en la imaginación y el corazón de los lectores, Victoria Amélina lo está gracias a Ahora y en la hora, que es como se titula el libro recién publicado.

foto del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. fotógrafa: Liliana Reyes - CULTURA

Héctor Abad Faciolince  

Liliana Reyes / Archivo

Todo sucedió en una popular pizzería de la ciudad de Kramatorsk, en la disputada región de Donetsk. Abad Faciolince, invitado por sus editoras ucranianas para presentar precisamente la traducción de El olvido que seremos, decidió alargar su estancia para poder dar testimonio personal de los desastres de la guerra. Como siempre que se produce una catástrofe, la fatalidad decidió que las cosas salieran como acabaron saliendo. Si él y sus acompañantes no hubieran optado por acercarse al frente de guerra, y si no hubieran cambiado el plan inicial de cenar en un restaurante armenio, y si no hubieran elegido precisamente esa mesa de la terraza, Amélina no habría muerto. Y si no, y si no… En fin, la fatalidad quiso que la muerta fuera Amélina y no el propio Abad Faciolince, con el que había intercambiado la silla para que este, sordo de un oído, siguiera mejor la conversación.

La vocación aislacionista de Trump no le va a impedir echar leña a los fuegos que ya calcinan el planeta

Entre los otros muertos en el bombardeo son mayoría los empleados de la pizzería (siete), porque el misil impactó en la zona de la cocina. Además de Amélina, murieron otros cinco clientes. Conmueve especialmente la fotografía de las hermanas Aksenschenko, dos gemelas de catorce años a las que su padre había invitado a cenar para celebrar sus buenas calificaciones. Tan caprichosa como siempre, la muerte las escogió a ellas y dejó vivo al padre, que seguro que habría cambiado su destino por el de ellas.

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Kramatorsk ostenta el infausto honor de ser una de las ciudades ucranianas que más tempranamente sufrieron un ataque ruso. Ocurrió la mañana del 8 de abril del 2022 y los estrategas de Vladímir Putin eligieron como objetivo la estación de ferrocarril, llena a esas horas de familias que trataban de enviar a sus hijos a zonas más seguras. El balance final fue de cincuenta y nueve civiles muertos, muchos de ellos niños. La misma lógica endiablada y criminal que inspiró este ataque inspiraría un año y pico después el de la pizzería: un objetivo civil en hora de máxima afluencia, un misil primero y otro justo después para rematar, la búsqueda del mayor daño humano posible, la definitiva destrucción de familias como la de las gemelas Aksenschenko.

Leemos estas historias como si formaran parte del pasado, pero resulta que ese pasado no termina nunca de pasar. Tres años y cuatro meses después de que Putin ordenara la invasión de Ucrania, no parece que vaya a acabar pronto una guerra a la que Donald Trump había prometido poner fin en veinticuatro horas. Desde su llegada a la presidencia norteamericana, los conflictos bélicos no han hecho sino agravarse, y el mundo va camino de convertirse en un inmenso campo de minas. Las imágenes del entourage presidencial siguiendo desde la situation room el bombardeo de Irán son una mala parodia de El ala oeste de la Casa Blanca y certifican que ni siquiera la vocación aislacionista de Trump le va a impedir echar leña a los muchos fuegos que ya calcinan este planeta nuestro.

Putin y Trump son dos tahúres, pero dos tahúres que no juegan con naipes sino con vidas humanas. Con cientos de miles de vidas humanas.

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