Pensar en el padre

A todos nos vienen a la memoria, con intensidad, las personas que hemos amado. El pasado que nos explica está a menudo ante nosotros. Miro una foto antigua, en blanco y negro, y veo que mi padre tiene un mapa. Debe de tener unos 30 años, lleva un mono de mecánico y está en el taller. Parece mirar a la cámara con la seguridad de quien sabe lo que hay que hacer. Creo que siempre lo supo. Era una generación poco dada a dudar, porque si lo hacías, la Historia, con mayúsculas, te aplastaba sin remedio.

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Isidre Nadal 

Cedida por la familia

Jamás habría imaginado que, muchos años después y ya un poco muerto –nunca lo ha estado del todo–, aquel mapa desaparecido sería un reto para su hijo, que querría reconstruir un mundo que ignoraba. Era una invitación a reconstruir una ausencia muy presente.

Al no poder hablar ahora con mi padre, intento reencontrarlo en mí

Isidre se ofreció como voluntario en la Guerra Civil. Mecánico de tanques. Un joven idealista de 17 años de quien su madre decía, con profecía no cumplida: “Tengo once hijos y el único que no morirá en la cama es Isidre”.

La abuela Rosa se equivocó. La gente no siempre muere como se espera. En La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, los soldados y servidores de Roma abrían paso a la litera de Virgilio de un modo que me hace pensar en cómo los brazos poderosos de mi padre se abrirían paso a la vida.

Empezar a narrar no es acertar. Uno lo intenta. Hace demasiados años que trabajo con libros y leo como para no saberlo. He leído demasiadas cosas buenas como para no notar cuándo algo es solo aceptable. Pero si uno quiere hacer de notario de sus propios sentimientos, pensamientos y su mundo, un poco de escritura no puede hacer demasiado daño. Como decía una amiga médica: “Los libros son mis psiquiatras”.

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Jordi Nadal
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Reconstruir una vida exige una capacidad de detalle, tenacidad y paciencia que no tengo. Entro en los túneles con prisa, porque quiero salir rápido.

Esto sale de leer un capítulo de James Salter, en No guardar nada, que es una lección de vida en cinco folios. Al no poder hablar ahora con mi padre, intento reencontrarlo en mí. Como en la metáfora del escultor: quitar lo que sobra del bloque de piedra. Ahora toca golpear con el cincel y retirar trozos, con la contundencia del escultor y la delicadeza del antropólogo que pasa el pincel sobre unos huesos. Aviso: cuidado, estás desenterrando una parte de tu pasado, que expones a la mirada futura de otros que no tienen por qué estar interesados y muy difícilmente pueden entenderlo.

Las alegrías siempre son a medida de los otros. En el fondo, una buena educación sirve para entender que muchas cosas son incomprensibles: te entrena en la victoria de aceptar el fracaso.

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