En el pasado, cuando un aparato fallaba, cambiábamos la pieza deteriorada. Ahora, cambiamos de aparato. Para Fabrice Robin no fue tan sencillo. A raíz de un accidente, le implantaron una prótesis de rodilla. Hace un año falló una pieza de la prótesis. Pero la empresa ni la tiene ni la fabrica. Hace años era una empresa donde la rentabilidad coexistía con el objetivo del cuidado del paciente, pero la adquirió una multinacional y ahora responde al modelo corporativo: la prioridad absoluta es maximizar las ganancias a corto plazo. La inexistencia del repuesto condena a Fabrice a la amputación de la pierna, ya que resulta imposible extraer enteramente la prótesis que le implantaron.

Tras meses de ardua batalla y de presión mediática, logró que la empresa respondiera. Lo hizo enviando un presupuesto para fabricar la pieza a cambio de una suma astronómica que pocos podrían permitirse. A su batalla se han unido otros afectados y por fin parece que su problema está en vías de solución. Pero no son batallas injustas y demoledoras para los afectados lo que necesitamos, lo que necesitamos son leyes que obliguen a las empresas de dispositivos médicos a alargar la capacidad de fabricar las piezas de repuesto hasta cubrir los años de vida de los pacientes. Leyes, en definitiva, contra la obsolescencia salvaje de los bienes de consumo.
Se precisan leyes contra la obsolescencia salvaje de los bienes de consumo
El pasado viernes entró en vigor una de ellas. Una normativa de la UE que trata de frenar la obsolescencia programada de los móviles y obliga a las empresas a garantizar las actualizaciones, así como a disponer de piezas de repuesto durante al menos siete años. Si bien un móvil no es una pierna, es innegable que día a día se está convirtiendo en una extensión de nuestras manos, nuestros ojos y nuestro cerebro y, cada vez más, estamos obligados a tenerlo actualizado para cuestiones de supervivencia burocrática.
Leyes como esta son un grano de arena frente a los abusos de las empresas que han abandonado una rentabilidad a escala humana para obedecer solamente a un sistema dominado por la especulación financiera. Aun así, son imprescindibles para tomar conciencia de hasta qué punto la obsolescencia desbocada agrava la crisis medioambiental, además de amargar la vida de una inmensa mayoría de consumidores.