Pasan tantas cosas inaceptables, y pasan tan a menudo, que de hecho las estamos normalizando, lo cual casi equivale a darlas por buenas.
Es inaceptable, pero ocurre casi a diario, que los gazatíes se acerquen a un puesto de ayuda humanitaria en busca de comida para no morir de hambre, y allí mismo soldados israelíes les disparen y les maten. Es inaceptable que Hamas asesinara a más de mil civiles en su ataque de octubre del 2023. Es inaceptable que los bombardeos de hospitales o escuelas ya no sean accidentales, y que quienes fallecen en ellos ya no sean víctimas colaterales, sino algo parecido a objetivos militares.
Es inaceptable que descuarticen o decapiten periodistas en Arabia Saudí.

Es inaceptable que EE.UU. esté presidido por un mentiroso compulsivo, fanfarrón, multiprocesado y machista, que aprovecha la presidencia para vender su criptomoneda, lanzar teléfonos con su marca y trenzar alianzas con plutócratas, aprovechando el poder público en su provecho particular. Es inaceptable que el PSOE lleve dos secretarios de organización corruptos y que el PP, que perdió el poder por sus corruptelas, se dedique en el Congreso al linchamiento del rival, en lugar de proponerle un pacto para erradicar la corrupción. ¿Sigo?
Estas y otras realidades son inaceptables, pero continúan produciéndose. Cada una de ellas reclama corrección. Pero son ya tantas y tantas que lo que merece atención es su acumulación, y la constatación de que contribuye a crear un clima irrespirable, donde la moralidad y la ética que antaño se consideraban indisolublemente asociadas a las políticas públicas han sido ya barridas de ellas.
Se suele decir que esta deriva favorece a los extremistas, supresores de derechos y libertades, hoy felices porque los partidos centrales les hacen el trabajo sucio degradando las instituciones. Pero no se dice tanto que si tal deriva avanza es también porque los ciudadanos no luchamos suficientemente por una recuperación moral y ética. A pesar de que es urgente, y de que seremos los primeros perjudicados cuando desaparezcan del todo de la función pública y los abusones nos gobiernen sin manías. Ya falta menos para eso.