Gran Europa o Gran Rearme

INQUIETUDES Y ESPERANZAS

Estamos ante una reconfiguración profunda de la geopolítica global. En esta situación es necesario tener claros los escenarios deseables. Europa protagonizó un cambio radical y constructivo tras la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Después de una aterradora contienda, con cerca de 50 millones de muertos, los países europeos tuvieron la valentía de reconciliarse y sentar las bases de la Unión Europea. Se demostró que la cooperación genera progreso y libertad, mientras que la confrontación solo trae destrucción y pobreza.

Hoy debemos renovar esa audacia histórica. Uno de los componentes de esos escenarios deseables pasa por reconsiderar nuestra relación con Rusia. Es posible que, hasta el final de la guerra de Ucrania, esto no sea posible. ­Pero se puede preparar el terreno. Empecemos por comprender los miedos de los otros, deshagamos los nudos gordianos creados y focalicémonos en el gran potencial conjunto que ­tenemos.

Si reformuláramos nuestras relaciones con Rusia en términos constructivos, resurgiríamos con fuerza

La geografía es inapelable: Rusia forma parte de Europa. Apostar exclusivamente por la militarización como estrategia de seguridad solo traerá más inseguridad y angustia, condenándonos a un declive irreversible frente al ascenso global de otras regiones. Si Europa quiere evitar la repetición de sus errores históricos, no puede permitirse cavar de nuevo una profunda división. Es cierto que se requiere una modernización del sistema de defensa y un mayor gasto, pero debe estar claramente orientado a la defensa; no a amenazar a nuestros vecinos.

A la vez, en cuanto se den las condiciones, hay que iniciar negociaciones con Rusia para establecer espacios amplios de seguridad (acuerdos de “no primer uso”, sistemas de alerta temprana, zonas de seguridad y desmilitarización…) y los sistemas que permiten avanzar en la confianza y la cooperación (métodos de resolución pacífica de las posibles disputas, definición de líneas rojas, canales de comunicación y cumbres bilaterales, acuerdos de control de armas, intercambio de información especialmente en temas de seguridad, sistemas avanzados de verificación mutua de los acuerdos, pactos comerciales y de inversión conjunta, estabilidad financiera, intercambio cultural, entre muchos otros).

People take part in a national demonstration named #{emoji}147; #StopRearmEU #{emoji}148; against rearmament and promoted by over 300 networks, social organisations, trade unions, national and local politics that adhere to the European campaign #{emoji}147;Stop Rearm Europe#{emoji}148;, which counts among its members about a thousand acronyms in 18 countries, in Rome on June 21, 2025. (Photo by Andreas SOLARO / AFP)

 

ANDREAS SOLARO / AFP

Si reformuláramos nuestras relaciones con Rusia en términos constructivos, no solo evitaríamos la amenaza de un conflicto y la dinámica de un rearme desproporcionado, sino que resurgiríamos con fuerza. Las próximas generaciones podrían disfrutar de décadas de estabilidad y prosperidad, pues Europa puede ofrecer a ­Rusia lo que necesita para su modernización, y a su vez, Rusia tiene lo que Europa requiere para garantizar su crecimiento futuro. Si Trump puede imaginar sin pudor la anexión de Groenlandia o la absorción de Canadá, ¿por qué Europa no puede proponer un espacio común paneuropeo con Inglaterra, Ucrania, Rusia y Turquía como grandes socios estratégicos? Priorizar solo el rearme es erróneo. Se trata de gastar mejor, homogeneizando los sistemas de armamento, avanzando hacia una industria y una tecnología de defensa propias y creando estructuras de mando europeas. No olvidemos que la guerra nunca es aséptica; implica muertes y sufrimiento, devastación y agravamiento del cambio climático. Estados Unidos lo comprobó en Irak y Afganistán, donde ni toda su tecnología impidió un gran número de bajas humanas. El rearme, si no se piensa dentro de un proceso de construcción de paz duradera, puede acarrear muchas muertes.

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Un repartidor con una carretilla descargando producto en carrer del vidrie que da acceso a la plaça Reial

En vez de apuntar a crear una colosal industria de defensa (que a la larga servirá para generar un lobby de difícil control), apuntemos a nuestro renacer económico y social, eso sí, sin ingenuidad. La política actual del Gobierno de Putin es una amenaza. Pero puede cambiar si se dan las condiciones. Necesitamos más y mejor defensa, pero no aislada de un proyecto de paz y progreso humano y económico. Empecemos a crear las condiciones para cambiar nuestras relaciones con Rusia. Convoquemos, en cuanto sea posible, y sin injerencias ajenas, la Conferencia para la Paz y la Prosperidad en Europa que alumbre un espacio común con la UE, el Reino Unido, Ucrania, Rusia y Turquía, y llevemos el gasto público prioritariamente hacia la sanidad, la vivienda, la educación, la investigación y el desarrollo humano.

Es cierto que la invasión de Ucrania no lo facilita. Pero nada obsta a que, cuando se den unas negociaciones de paz verdaderas entre Ucrania y Rusia, en paralelo se inicien negociaciones bilaterales entre la UE y Rusia. Somos conscientes de que falta liderazgo y voluntad política en muchos de los actores implicados. Pero eso no debe paralizarnos. Al finalizar la guerra fría el bloqueo anglosajón impidió la construcción de la “Casa común europea” que pedía Gorbachov. Aprovechemos esta nueva oportunidad histórica, impul­sada paradójicamente por la imprudencia de Trump, para atrevernos a edificar esa Europa renovada.

Un rearme sensato es una condición que puede ayudar a ello. Pero si es solo rearme nos conducirá a altos niveles de riesgos bélicos. El deber de nuestros líderes es crear una Europa unida, segura, próspera y verdaderamente en paz. Además, probablemente podríamos contar con el Vaticano en el empeño.

TREVA I PAU, colectivo formado por Jordi Alberich, Eugeni Bregolat, Eugeni Gay, Jaume Lanaspa, Carles Losada, Josep Lluís Oller, Alfredo Pastor, Xavier Pomés y Víctor Pou

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