La política ha dado muchos temas de discusión digital este fin de semana. El comité federal del PSOE y el congreso del PP, en plena guerra política, han ofrecido buen material para unos y otros, y no lo han desaprovechado. A quien no quisiera greña y tampoco apostara por el affaire Nico Williams, le ha quedado la música. No solo las anécdotas de la reconciliación de los hermanos Gallagher en Cardiff, sino el menos mediático —pero muy comentado en cierto ambientes— homenaje a los históricos del rock Black Sabbath el día siguiente en Birmingham. Pero Catalunya fue diferente, una vez más. “No hay que mezclar política y música”, dirán algunos impostados ilusos. Dos tazas. Una habanera —sí, ese género que quizás algunos desconocían hasta anteayer— monopolizó el debate.
Como apuntaba un usuario, en el país tenemos un problema con nuestros abuelos. Si hace unos meses, todos salieron a presumir de abuelo pobre, fuera charnego o no, ahora le tocó a la canción El meu avi ser la protagonista. La polémica, ya lo saben, nace de la idea del Ayuntamiento de Palafrugell de prohibirla en la tradicional cantada de habaneras que cada verano se celebra en Calella. El motivo oficial, según el Consistorio, no era otro que renovar el repertorio, pero a nadie se le escapa que la polémica en torno a su autor, el difunto Josep Lluís Ortega Monasterio —acusado en un documental de estar involucrado en una trama de proxenetismo—, pudo tener que ver en la censura de su más célebre canción.

El público de las habaneras de Calella de Palafrugell, cuando se interpretaba 'El meu avi'
El tema venía de lejos. El documental es del pasado noviembre, pero ha sido el propio Ayuntamiento el que, probablemente sin querer, lo puso en la agenda con su decisión, algo que ha facilitado mucho las cosas a la familia de Ortega Monasterio, que en su día ya llevó a TV3 a los tribunales y llevaba meses tratando de hacerse un hueco mediático con el fin de reparar el honor del autor. De hecho, si han visto la reacción en redes, deben de estar doblemente satisfechos. Ya el viernes, el asunto de El meu avi iba ganando enteros en X, y la campaña a favor de que se cantara “espontáneamente” durante la velada del sábado ya era notable. La abanderaron sobre todo sectores nacionalistas catalanes al entender que se atacaba un patrimonio cultural de la catalanidad —es indiscutible la popularidad de la canción—, pero también remó Vox, por ejemplo, que ha visto un filón antiwoke en toda esta historia (y quizás un modo de disputar cierto electorado a Aliança Catalana, su competencia ultraderechista).
Otra cosa que se venía venir es que la retransmisión del concierto por la televisión pública catalana sería más vista que nunca. “Me harán mirar esa cosa rancia por primera vez en años. Una maniobra de marketing brillante. Jugada maestra”, lamentaba el periodista Miquel Bonet (@MiquelBonet_). Y es que muchos destacan el famoso efecto Streisand generado por la polémica. “El 95% de Catalunya no tenía ni idea de quién había escrito El meu avi (...). Enhorabuena a todos”, señala @siemprepositivo. “La intuición me dice que este año se cantará más fuerte que nunca”, augura Manel Rodríguez (@manelrplana), concejal de Junts en Figueres. La expectación era tanta que algunos incluso pidieron a Oasis que adelantaran acontecimientos. “Ojalá los Gallagher acabando con El meu avi”, apunta con sorna Júlia Jové (@xul81).

El público vuelve a cantar 'El meu avi' en la Cantada de Calella pese a la polémica
Si hay que separar la obra del artista o si se mancilló sin pruebas el nombre de Ortega Monasterio, pasó a un segundo plano; se 'vendió' una victoria independentista
Algunos vieron la ocasión fantástica para dar clases de historia y explicar la vida de su abuelo indiano, o la relación en el pasado entre Catalunya y Cuba. Otros siguieron con los chistes y propusieron bautizar “Calella del meu avi” a la de Palafrugell, para diferenciarla de la “Calella de los alemanes”, la del Maresme. El debate serio gira en torno al famoso asunto de separar la obra del artista, pero la politización gana la partida y lo deja en segundo plano. La habanera de Ortega Monasterio se toma como un símbolo identitario de Catalunya, que se quiere silenciar por parte del PSC —la alcaldesa de Palafrugell es de este partido— y un tuit del compañero Víctor Amela enciende aún más los ánimos entre los independentistas. “La polémica en Catalunya es hoy una habanera en Calella de Palafrugell y una misa en Vic: estas tormentas en vasos de agua prueban que hoy Catalunya funciona”, resume @amelanovela.
Cuando empieza la función, media Twitter Catalunya está frente a la televisión y algunos descubren por primera vez este género musical. “Llevo dos minutos y yo las prohibiría todas”, dice @KRKO. Entre comentarios sobre el atuendo de la presentadora y el alto poder adquisitivo del público asistente, algunos se sorprenden de que se cantan muchas canciones en castellano. No sabían, por supuesto, que la habanera fue un género surgido a mediados del siglo XIX en Cuba, de enorme éxito popular entonces, y que no fue hasta la segunda mitad del XX que algunos compusieron las primeras en catalán —el propio Ortega Monasterio, por ejemplo— y dieron nueva vida en nuestras costas a un género ya muy olvidado.
Y entonces llegó el júbilo. El público exige a los músicos que canten El meu avi y estos acceden ante la pañolada y sonora pitada. Éxito total: El meu avi siempre ha cerrado la noche en Calella y este año no será una excepción. (Sin gritos de “independencia” ni estelades, por cierto). “Aún tenemos dignidad”, clama un usuario. “Vayamos a declarar la DUI en Calella”, pide otra. Resuenan frases de épocas del procés: “Hi ha país”, “ho tenim a tocar”, “insurrección popular”, “anticatalanes censuradores, el pueblo os ha pasado por encima”, etc.
En resumen, las dos cuestiones de fondo quedan absolutamente relegadas a un segundo plano. Por un lado, si hay que censurar una obra por la mala conducta de su autor. Y, por el otro, si se ha mancillado sin pruebas el buen nombre del compositor de El meu avi. Nada de esto importa ya, porque ahora se trata de vender una victoria política, por más estéril que esta pueda parecer. Buena parte del independentismo espera un momentum para salir de la crisis de después del procés; sin embargo, no está nada claro que este deba ser un recital de canciones populares.
Con cierta distancia (y quizá ironía) se lo miraba poco después el cantante ampurdanés Carles Sanjosé (@Sanjosexmusic): “Al final se ha impuesto la razón, la sensatez, el orden y el espíritu revolucionario que todo humano con pañuelo lleva dentro. ¡Gracias post-procesismo!”. Más interesante es incluso la opinión que daba el escritor de Girona Josep Maria Fonalleras (@fonalleras): “Fue una cagada no permitir la canción. Tal y como lo ha sido convertirla en símbolo de una catalanidad subyugada”.