No están ahí

Viajo a Cerdeña para participar en el Festival Dall’Altra Parte del Mare, que se celebra en Alguer. En mi día libre, asisto a dos actos. Por un lado, Gad Lerner presenta Gaza: odio e amore per Israele, un libro atravesado por la línea de tolerancia propia de este autor. Tal vez eso tenga que ver con que, de joven, entrevistó a Primo Levi para L’Espresso. Fue en 1984 y la entrevista, leída hoy, resulta aún de una lucidez premonitoria. El otro autor, Mattia Diletti, presenta un ensayo que explora los conflictos sociales en la América del siglo XXI.

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Emilia Gutiérrez / Archivo

Antes de llegar, pienso que el hecho de que cada una de las charlas gire en torno a una palabra trufada de horror ( Gaza en el primer caso y Trump en el segundo) bastará para atraer a un público numeroso. Y sí, cientos de asistentes aguantamos el tipo en la plaza Sulis bajo un sol abrasador. Solo que no hay ni uno, pongamos, menor de 55. Una vez más, algunos nos preguntamos dónde están los jóvenes cuando se habla en serio del estado del mundo.

Mi perplejidad incluye tanto a los jóvenes de ahora como a la joven que fui

¿Hiperconectados a las pantallas y desconectados de lo real? ¿Declarando en Bumble que son “apolíticos” (que es algo así como definirse “carne de cañón”)? ¿En alguna minoría enfrascada en luchas personales de cariz identitario, racial o ecologista que deberían formar parte de la gran lucha de siempre, la lucha de clases (¡es la economía, estúpido!), de la que penden todas las demás? ¿No son ellos quienes necesitan acumular saber, información y capacidad de reflexión para encarar las amenazas que les sobrevienen?

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No están ahí

Mi perplejidad abarca tanto a los jóvenes de ahora como a la joven que fui: antes de los treinta fui una palurda política de una generación poco politizada, y ni siquiera tenía la excusa de las jóvenes generaciones actuales, enfrentadas a la precariedad económica y climática, a un imperio mediático que desinforma y confunde, y a la impotencia que provocan las atrocidades que hemos de contemplar en el escenario internacional.

Pero haberme parecido a ellos no quita que me duela ver cómo se desentienden de la posibilidad de aprender a identificar y a analizar las amenazas que se ciernen sobre un futuro que, aunque a veces no lo parezca, es mucho más suyo que nuestro.

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