Una buena parte de los cronistas políticos del Congreso entraron por la mañana convencidos de que la legislatura estaba acabada y salieron persuadidos de que seguía teniendo vida. Es más, visto lo visto, los aliados del Gobierno dedicaron más tiempo a dar cera al PP que a poner contra las cuerdas al PSOE. A ello contribuyó la postura de Vox, que descolocó a Feijóo al día siguiente de salir triunfante de su congreso, cuando avisaron que no apoyarían a los populares si no asumen sus tesis de deportar a ocho millones de inmigrantes. Y, por si fuera poco, Vox hizo frente común con el PP, horas antes de la sesión, rechazando la propuesta del resto de los grupos para que no se acredite a medios que insultan, acosan o provocan en cualquier dependencia de la Cámara a políticos o a periodistas que no piensan como ellos.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el pleno extraordinario de ayer
La extrema derecha actuó como pegamento de las formaciones que apoyan al Gobierno, que se mostraron críticas con Pedro Sánchez, que le recordaron que gobernar no es resistir y que le avisaron que está en tiempo de prórroga. Pero esa misma idea pone de manifiesto que aún hay partido. Es cierto que ni el superglue garantiza que algo no puede separarse, pero encontrar una pega es algo que ya obsesionaba a los neardentales, que fueron capaces de descubrir la brea a partir de la destilación de la corteza de abedul.
Vox se ha convertido en la cola que une al Gobierno con sus aliados políticos
Además, la intervención de Santiago Abascal, tan sarcástica como maleducada, fue seguida de la salida de la Cámara de sus diputados, en claro incumplimiento de sus obligaciones como tales, lo que molestó al resto de los grupos, a los que se negaron a escuchar. Tampoco resultó acertado el discurso de Feijóo, de acidez excesiva y de recurrentes retruécanos. Hubiera sido más inteligente medir más las palabras, sin abrir las costuras a las frases. Tenía más sentido haber pronunciado un discurso más presidencialista, que permitiera intuir al hombre preparado para el relevo.
Ayer se vio que el PP no tiene aliados en el hemiciclo, más allá de la ultraderecha. Los populares no saben qué hacer con Vox, ni como tratarlos. El PP necesita dar visibilidad pública a su viaje al centro y los ultras dan miedo. El problema es que los tienen sujetos por la manga de la chaqueta.