Golpe a golpe

Opinión

Siempre he defendido que los que nacimos a finales de los sesenta del siglo pasado hemos sido muy afortunados. Gracias a lo que fueron batallando, sufriendo y consiguiendo nuestros mayores fuimos (algunos) parte de una generación sustancialmente acomodaticia por lo que a política y a reivindicaciones sociales más básicas se refiere.

Cuando llegamos a la adolescencia Franco ya había muerto. De jóvenes, la democracia estaba instaurada y se afianzaba paso a paso, consiguiendo libertades y derechos consustanciales a la misma que nos han dado cobijo y, cuando empezó nuestra incipiente madurez, la sociedad del bienestar fue ganando terreno ofreciendo un mapa de posibilidades de mejora y de justicia social a todos los ciudadanos que era impensable quince años antes.

Ilustración Eulàlia Duran para Isabel Llauger

 

EULÀLIA DURAN

Yo no tuve nunca que correr delante de los grises pidiendo libertades, ni tuve que callar lo que pensaba sobre cualquier tema en ningún foro. Usé de la sanidad y la educación pública para conmigo y con mis hijos desde el primer momento en que se me planteó la necesidad y he disfrutado de todas y cada una de las ventajas que esta democracia siempre imperfecta (la democracia debe serlo por definición, la que es perfecta es una dictadura) me ha ofrecido.

Hoy, cuando caen chuzos de punta por todas las esferas políticas y, aquellos que por necesidad, confianza, convencimiento e ingenuidad confiamos en la conducta y buen hacer de nuestros políticos, no damos crédito al gran engaño, embrollo y traición a los valores de servicio a la ciudadanía que se les presupone deben tener nuestros representantes sean estos de derechas o de izquierdas (conservadores o progresistas ) y estamos, por lo tanto, profundamente decepcionados y cabreados, se me plantea una cuestión troncal de necesidad de refuerzo de la democracia.

Este pasado fin de semana el comité del PSOE y el Congreso del PP han vuelto a reafirmar a sus líderes como emblemas de la política del futuro y, si esto es así y teniendo en cuenta que cada uno de estos partidos mayoritarios se definen también como partidos con sentido de Estado, ¿no sería necesario de una vez por todas que hubiese un pacto entre los dos partidos con mayor representatividad parlamentaria para conjugarse en no retroceder en el normal progreso de derechos y obligaciones de los ciudadanos en un Estado del Bienestar? ¿No sería razonable pensar que aquello que un gobierno (sea éste del color que sea) ha construido a favor de la ciudadanía pactando con quien haga falta, el siguiente gobierno valore con generosidad, altura de miras y ecuanimidad lo hecho y conseguido?

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Ilustración: Eulalia Duran

Sí, ya sé, demasiada ingenuidad nos puede llevar al absurdo de pensar que con sentido de Estado, responsabilidad conciliadora y voluntad de servicio a la ciudadanía se puede dejar de una vez por todas de envilecer la política.

Algunos que gritan a toda hora y elevan la política al enfrentamiento de taberna usando del insulto más soez deberían recordar que acanallar “golpe a golpe” al adversario no te convierte nunca ni en un partido ni en un candidato mejor.

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