Educación por la igualdad

Leo el artículo de un profesor de secundaria en El diari de l’educació, y me quedo atrapada en el párrafo donde habla de la proliferación de niñas con pañuelo en la cabeza. No me sorprende. Hace poco tiempo realicé un club de lectura con mujeres de un barrio de Barcelona, todas veladas; sin embargo, veinticinco años atrás, en actividades semejantes, no había ni una sola mujer que se cubriera la cabeza. ¿Qué ha ocurrido en ese lapso?

Las razones del cambio deben de ser diversas, pero a mí me interesa especialmente una. La que tiene que ver con la educación que transmi­timos, o no, en nuestros centros­.

17.11.2015, Barcelona Multiculturalidad en la escuela. Alumnos de secundaria y bachillerato salen del Institut Miquel Tarradell del barrio del Raval en Ciutat Vella. foto: Jordi Play

  

Jordi Play/ARCHIVO

Si nos remontamos en la historia, Franco en 1939 prohibió las aulas mixtas por “razones de índole moral y de eficacia pedagógica”. ¡Nada menos! Así, las niñas y los niños estaban en centros separados y tenían currículos distintos. Las niñas merecían educación siempre que no se desatendiera lo que debía ser su destino: cuidadoras del hogar y la familia, por lo que tenían que aprender, por ejemplo, economía doméstica y costura. En la más pura línea de lo que preconizaba el fascismo.

Con la muerte del dictador y, sobre todo, con la llegada de la democracia, se considera que niñas y niños deben compartir espacio y se inicia la escuela mixta, aunque el currículum que prevalece es el de ellos. Sigue primando, pues, una mirada exclusivamente masculina y un registro de la historia incompleto. Me remito a la divertidísima obra de Jacky Fleming, El problema de las mujeres, que empieza diciendo: “Antiguamente no existían las mujeres, de ahí que no nos las encontremos en las clases de historia del colegio”. Pues eso, libros repletos de hombres y de los hechos que ellos mismo propiciaban. No obstante, las mujeres y su sapiencia, desaparecidas.

Ya bien entrada la democracia, empieza a aparecer en la legislación la expresión “igualdad entre los sexos” y más adelante la palabra coeducación . Por fin, quien legisla lo ve claro: si queremos una sociedad en la que se respete la igualdad entre hombres y mujeres, como exige nuestra Constitución, necesitamos educar en igualdad.

Nuestra escuela ha de enseñar que el uso del velo es discriminatorio para las mujeres

El primero de los cambios que requiere la coeducación es abolir los estereotipos de género: que a una niña le entusiasma jugar al fútbol, estupendo; que un niño es tierno y nada agresivo, maravilloso también. Debemos superar, abolir o desestructurar los estereotipos de género porque son una prisión cultural para hombres y mujeres.

Pero para las mujeres aún es más importante prescindir de ellos, ya que el género no es neutro y sirve para subordinarlas a los hombres. Si no sabe a qué me refiero, puede, por ejemplo, ver cualquier página de pornografía y entenderá de qué hablo. O puede comprobar en las esta­dísticas cuántas mujeres trabajan a tiempo parcial para cuidar de su familia y cuántos hombres lo hacen. De paso, puede comprobar cuál es la pensión media de jubilación para las mujeres y cuál para los hombres.

La coeducación, sin embargo, nunca ha sido una realidad en nuestros centros, exceptuando casos meritorios pero aislados. Y, desde hace un tiempo, el concepto “educación por la diversidad” ha venido a sustituir el de “educación por la igualdad”. La educación por la diversidad es la que reconoce, respeta y valora las múltiples diferencias humanas. Es una gran riqueza, pero no es un objetivo pedagógico. Ni hay que construirla ni promocionarla: ¡ya existe! Solo hay que enseñar a apreciarla y a respetarla, siempre por supuesto que esa diversidad no conculque los derechos humanos ni nuestra Constitución.

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Poner velos a las niñas no puede considerarse ni una cuestión cultural que respetar ni un derecho fundamental dentro de la libertad religiosa, puesto que por encima de todo ello está la igualdad entre los dos sexos. Y eso es lo que debe enseñar nuestra escuela­.

Así, cuando la chica del artículo citado responde que lleva el velo porque “mi belleza no es para todo el mundo”, la coeducación exigiría saber si su hermano también debe cubrirse. Si la respuesta es no, hay que contarle que el velo es discriminatorio para las mujeres.

Prohibir no creo que sea la solución. Educar en igualdad, esto es, coeducar, seguro que da mejores resultados. Implantémoslo de una vez en todos los centros ­educativos.

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