El terror y la bronca

Todo acto terrorista es una campaña de publicidad. No descubro nada que no sepamos, aunque es posible que lo queramos olvidar. No hay comunicación sin alguien que la difunda. Lo llamamos ventanas, altavoces, medios, canales… Los terroristas se aprovechan de ellos, como las marcas de cerveza, pero sin pagar las tarifas. Saben que, si hacen una barbaridad, su mensaje llegará al último rincón del mundo. A veces basta con la simple amenaza.

Existe la razonable sospecha de que algunos países usan esa eficacia comunicativa. Demasiadas evidencias relacionan al KGB con atentados especialmente violentos. Marc Marginedas insiste en ver el Estado Islámico como una creación rusa. Me asusta pensar que hay departamentos creativos, como los de una agencia de publicidad, diseñando el horror como nosotros creamos anuncios de coches.

El World Trade Center de Manhattan (Nueva York), con las Torres gemelas como principales exponentes, se erigía como el símbolo del poder económico de Estados Unidos

 

Archivo

Si las noticias no difundieran los actos terroristas, ¿existiría el terrorismo? Es una pregunta que deben haberse formulado los responsables de medios en el mundo. ¿Es posible, es razonable, no difundirlos? Me temo que es un círculo perverso y perfecto.

La lógica detrás del 11-S es la misma que empujaba a Steve Jobs a presentar productos con el potencial de ser noticia: que se difunda, que te haga existir. El 11-S fue un anuncio terrible y magnífico. Creo que todos tuvimos la sensación, sobrecogidos, de que lo que estábamos viendo parecía una película. No deberíamos olvidar que Hollywood es, esencialmente, propaganda. ¿Podía la prensa haber minimizado su efecto publicitario? Las imágenes de gente desesperada lanzándose por las ventanas de las torres gemelas jamás han sido vistas. Alguien decidió qué podíamos ver, y qué no.

Lee también

Luz y democracia

Toni Segarra
El Ayuntamiento de Barcelona se ha comprometido a revisar los puntos oscuros de la ciudad

Pasa algo parecido con los suicidios, velados por un razonable sentido de la responsabilidad. Del mismo modo que durante años el periodismo silenció lo que todos sabían de la casa real. Y es obvio que ningún medio habla mal de las empresas que pagan los anuncios que pagan las nóminas.

Sé que es un salto excesivo, pido disculpas por ello, pero la lógica del terrorismo se aplica hoy a la vida parlamentaria. Los políticos y su bronca usan los mismos canales. Chillan e insultan porque les da presencia pública. Los terroristas matan por la misma razón. Cuanta más bronca más audiencia, cuantos más muertos más audiencia.

¿La audiencia justifica la expansión de lo execrable? Donald Trump es un maestro usando la avidez de los medios por lo escandaloso en esa pelea insensata por llegar a más gente (o por no perderla). Su barbaridad diaria sigue esa lógica. ¿Qué pasaría si no le hiciéramos caso?

Los medios se quejan del alboroto, pero ¿cuánta responsabilidad tiene el que lo vocea? ¿Y cuánta complicidad? La publicidad sin medios es invisible.

Parece que cada vez más gente decide no ver ni leer las noticias. Eligen no creer en el mundo violento y desesperanzado que nos ofrecen los creadores de la realidad. Todo es marketing, decía Jobs. Tristemente, habría que añadir.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...