Hace justo un mes que Miguel Tellado dijo en el Congreso, mirando a la bancada azul del Gobierno: “Tengan cuidado con las carteras en la Moncloa, allí se roba”. Por si había alguna duda, el tiempo le ha dado la razón, pues un juez de Tarragona acaba de imputar de un plumazo a altos cargos del Ministerio de Hacienda durante las dos etapas en que Cristóbal Montoro fue ministro, primero con José María Aznar y luego con Mariano Rajoy. El magistrado acusa al ministro y a miembros de su cúpula de legislar en favor de empresas gasistas, que previamente habrían contratado al despacho de abogados que había fundado Montoro. Según el auto judicial, de esta manera habrían conseguido, al menos, dos rebajas fiscales. Parafraseando a Mark Twain, una corrupción puede dar seis vueltas a la Tierra, cuando la verdad aún esta tratando de ponerse los pantalones. Pero al final, la realidad emerge y se abrocha el cinturón.

Los socialistas han ganado aire con esta noticia. Los populares les han llamado tantas veces mafiosos por los tejemanejes de Ábalos, Cerdán y Koldo que, cuando ahora han tenido conocimiento de esta acusación contra quien fue el responsable de Hacienda en los dos últimos gobiernos del PP, les ha faltado tiempo de poner las fotos de Montoro y de Rodrigo Rato (su predecesor) en X, ironizando que si hubieran puesto tres, habrían sido tres los manchados por la lacra de la corrupción.
Tellado dice que en la Moncloa se roba y un juez imputa a quien fue ministro de Aznar y Rajoy
Pero aunque comparar las presuntas corrupciones de los dos últimos secretarios de organización del PSOE con los dos ministro de Hacienda sea una manera de parar el golpe para el partido en el Gobierno, la realidad resulta descorazonadora para la democracia. En este país, hay pocas cautelas con la presunción de inocencia, así que habría que ser prudente con lo que se afirma. Sin embargo, la política vive instalada en el momento presente, así que se acumulan las biografías manchadas y empiezan a ser demasiadas las carpetas en los juzgados.
La sensación es que hay leyes suficientes para combatir la corrupción y no acabamos de limpiar las alfombras de la política. Y eso solo favorece a los populismos, que cada vez se encaraman más en las encuestas.