Voltaire, que es uno de los padres de la Ilustración, escribió que el arte de gobernar consiste generalmente en despojar de la mayor cantidad posible de dinero a una clase de ciudadanos para transferirla a otra. El filósofo abogaba por la libertad individual, el reparto de poderes, la tolerancia religiosa y el progreso social, pero lo de los impuestos se le atragantaba. De hecho, el autor de Cándido murió rico, pero acusado de más de un fraude.

Los ciudadanos están muy sensibles con los asuntos de Hacienda y más cuando acaban de presentar la declaración. Nada estimula más a la solidaridad fiscal que el gasto responsable de los gobiernos y la integridad de los ministros de Hacienda. Es por esta razón que la imputación de Cristóbal Montoro, que llevó las riendas fiscales de este país con José María Aznar y Mariano Rajoy, no solo es un duro golpe al PP cuando quería aparecer como el adalid contra la corrupción, sino que también resulta un golpe bajo al propio sistema.
Montoro se da de baja del PP y Feijóo intenta que el caso no reste fuerza a su discurso
No es de extrañar que a Génova esta historia le haya cogido con el pie cambiado. La emisión de un comunicado por parte del PP constituyó una pirueta propia de un acróbata de la política. El texto empezaba calificando al PSOE del partido del marido de Begoña Gómez, del yerno de Sabiniano Gómez, del hermano de David Azagra y del jefe de Ábalos en el Gobierno y de Cerdán en el partido, para concluir sorprendiéndose de que los socialistas estuvieran preocupados por la imputación de un exministro que ejerció como tal hace más de siete años y que no forma parte del equipo de Feijóo. El problema de las acrobacias son los saltos al vacío. La nota del partido era sobradamente mejorable. El caso Montoro debería preocuparles, y supongo que les preocupa, aunque quieran disimularlo. La prueba es que a la media hora Montoro se daba de baja del PP.
Hacienda somos todos. Hemos interiorizado el mensaje que un día se inventó un creativo publicitario y no hay nada que rebele más a los ciudadanos que les defraude quien está encargado de la caja de los impuestos. Usar la Agencia Tributaria para finalidades políticas es un pésimo servicio tanto al país como a la democracia. Y desmoraliza a los que cumplen con sus obligaciones fiscales.