Empates que no dan puntos

FUTUROS IMPERFECTOS

Empates que no dan puntos
Consejero editorial

Joan Capri fue un humorista catalán que en los años se senta consiguió convertir sus monólogos discográficos en verdaderos superventas. En uno de ellos, titulado El nàufrag, fabulaba sobre el hundimiento de un crucero y cómo, ya en el agua, una mujer le pedía que le dejara el salvavidas con la misma naturalidad de quien solicita que le pasen la sal en un restaurante. Y es que no todo se puede compartir, no sea que nos hundamos todos en el mar o en la miseria.

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Chema Moya / Efe

La valoración que hace el PSOE de la irrupción del caso Montoro, el sempiterno ministro de Hacienda del PP imputado por facilitar que empresas privadas pagaran menos al fisco a cambio de dinero para un despacho de abogados que había fundado, es que se ha reequilibrado la batalla política después de dos meses de desgaste no solo en el Congreso, sino también en las encuestas de intención de voto, tras conocerse el caso Cerdán. Ciertamente, la irrupción de este nuevo episodio de corrupción le ha supuesto aire al Gobierno y ha dejado sin respiración por un momento al principal partido de la oposición. Pero este empate en malas prácticas es la peor de las noticias para la democracia y la mejor de todas para los populistas, que se frotan las manos. Es una de esas cosas que no se pueden compartir. El problema resulta ahora más llevadero para los socialistas, si bien es un golpe bajo a los demócratas. Pero en ese empate nadie se lleva los puntos. Ni los de sutura.

El caso Montoro reequilibra las fuerzas con el PP, pero descose aún más la democracia

Escribía en su columna dominical en El País Manuel Vicent que daría lo que fuera para que la derecha y la izquierda fueran como se las imaginaba en los primeros años de democracia: la izquierda, limpia e inteligente, como propietaria de la fraternidad universal, y la derecha culta, europeísta y honrada, como abanderada de la moderación. Pero entre los robagallinas –la expresión es de Vicent– y los corruptos prémium –el término es de Gabriel Rufián– nos han descosido la democracia. Y los rotos deberían ser zurcidos. Es decir, objeto de pactos que en nuestros días parecen imposibles, cuando unos se gritan a los otros “y tú más”.

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Mientras esto ocurre, los bárbaros ríen, convencidos de que con tantos descosidos podrán hacer pronto un patchwork en el que la democracia será irreconocible.

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