Oriente o Poniente

Cuando muere un escritor, su obra pasa por un periodo de hibernación, una especie de cuarentena cuya duración depende de los caprichosos duendes de la posteridad. En el caso de Jesús Moncada, muerto en junio del 2005, esa cuarentena ha durado veinte años. Así, mientras Anagrama acaba de recuperar en castellano dos de sus libros más celebrados, Club Editor anuncia una edición especial del clásico Camí de sirga y la publicación de una novela inconclusa titulada Dante, S.A. Parece evidente que el momento Moncada ha llegado.

Jesús Moncada era un joven de veintipocos años cuando su Mequinenza natal desapareció bajo las aguas del embalse. El escritor leonés Julio Llamazares, cuyo pueblo, Vegamián, yace en el fondo de un pantano construido por el ingeniero y novelista Juan Benet, ha contado alguna vez que, cuando se conocieron, Benet le dijo: “Tú eres escritor gracias a mí”. No le faltaba razón a Benet, como no le habría faltado al ingeniero del pantano de Mequinenza si se lo hubiera dicho a Moncada.

Embalse de Mequinenza, en Zaragoza. Está en el 84% de la capacidad. Situación de embalse y río Ebro en la zona

 

Xavi Jurio / Archivo

Que, siendo muy joven, te despojen brutalmente del mundo en el que has crecido es una de esas heridas profundas que te arrojan en brazos de la literatura y sus irresistibles promesas de redención (pero tampoco creo que haya que estar muy agradecidos a quienes te arrancaron de tus raíces y aniquilaron el pasado de tu familia y tus convecinos). En todo caso, Moncada no pudo evitar que su literatura ocupara el lugar de la memoria colectiva. Gracias a él, esa vieja Mequinenza desaparecida a golpe de pantanos sigue existiendo sesenta años después.

Mequinenza está (lo sabemos) en el corazón de la Franja, esa bufanda de terreno que recorre las tres provincias aragonesas ribeteando Catalunya, ese puente ocre y verde que enlaza los Pirineos con el Matarraña, esa tierra de paso que cambia de nombre según desde dónde mires: Franja Oriental, Franja de Ponent. Escasamente poblada, la Franja ha sido sin embargo cuna de gran número de buenos escritores. ¿Por qué será? La fecundidad literaria es particularmente llamativa en Zaidín, un pueblo de menos de dos mil habitantes en el que nacieron los periodistas Joaquim Ibarz y Mario Sasot, el catedrático de Literatura Guillermo Serés, los escritores en catalán Mercè Ibarz y Francesc Serés… Zaidín, el pueblo lletraferit.

Serés, tras leer a Cela y Delibes, se encontró con Moncada, que le hablaba de sus mismos paisajes, descritos además con sus mismas palabras

Francesc Serés ha contado lo que supuso para él el descubrimiento de la literatura de Moncada. Tras haber conocido la representación que del mundo rural hacían autores como Cela o Delibes, se encontró con un autor que le hablaba de sus mismos paisajes, descritos además con sus mismas palabras. De Serés, que el año pasado publicó la excelente El món interior, acabo de leer La pell de la frontera. Si Moncada reconstruye con sus libros la memoria de un ayer desvanecido, Serés está atento a las transformaciones que se producen en la sociedad: a la actualidad, por tanto.

De un realismo casi documental, las historias de La pell de la frontera se centran en el fenómeno de la emigración en el medio rural y hablan de inmigrantes africanos que viven de la cosecha cuando hay cosecha y de la caridad cuando no, que están dispuestos a trabajar a cambio de la comida, que duermen entre las ruinas de viejos pajares de adobe sin las mínimas condiciones de salubridad, que recurren a los vecinos para que les ayuden a regularizar su situación.

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Oriente o Poniente

Entre esas historias, cargadas de una humanidad elemental, casi bíblica, está la de un argelino que, aunque lleva muchos años en España, se ha acabado resignando a no obtener el permiso de residencia por tener antecedentes penales en su país, donde alguna vez fue detenido por emborracharse. Qué humorada del destino: no poder legalizar su situación en España por haber cometido fuera de España un delito que en España no lo es. ¿Caben más desatinos?

Escritas hace más de doce años, esas historias hablan de un mundo en el que todavía no existía la ultraderecha de Vox y Aliança Catalana. Los disturbios racistas de hace unos días en Torre Pacheco y, más cerca de aquí, el incendio provocado del oratorio musulmán de Piera prefiguran un panorama sombrío para los próximos años. El único consuelo es que, de momento, los llamamientos a la “caza del moro” no consiguen movilizar más que a unas pocas docenas de energúmenos, que harían mejor en quedarse en su casa.

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