La irrupción de Donald Trump en la Casa Blanca con sus continuos desplantes y amenazas a Europa dio alas a aquellos sectores que creían un posible acercamiento de la UE a China para crear un frente común contra Estados Unidos. La realidad para la gobernanza de Europa es que no se puede entregar a los brazos del gigante asiático porque hacerlo podría suponer pasar de Guatemala a Guatepeor. China juega sus cartas con habilidad, tanto en el ámbito económico, donde sobreprotege a su industria y cierra su mercado interior a los productos europeos, como en el plano político, donde su apoyo a Rusia es fundamental para que Vladímir Putin mantenga la guerra con Ucrania. Además, Pekín utiliza sabiamente su diplomacia para buscar contactos bilaterales con algunos países europeos, como es el caso de España, y congela la negociación de forma global con las instituciones europeas.
Por todos estos motivos, la cumbre que se va a celebrar hoy en Pekín entre la UE y China va a deparar muy pocos resultados prácticos. Algunos funcionarios de Bruselas destacan como un síntoma que la reunión dure un solo día. Y, de hecho, debía celebrarse en suelo europeo, según las normas de protocolo que se acordaron en su día de alternancia de los anfitriones, pero no será así porque Xi Jinping se ha negado a ir a Europa. Lo más positivo, pues, es que la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, se verán con el líder chino. Y poco más.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, se reúnen con el presidente de China, Xi Jinping, en el marco de la cumbre UE-China.
El encuentro coincide con el principio de acuerdo entre los
negociadores de la UE y EE.UU. por el que se fijarían unos aranceles generales para las exportaciones europeas del 15%, lo que supondría rebajar a la mitad la amenaza del 30% que había lanzado Trump. Es una mejoría respecto al órdago del presidente estadounidense. Un mal menor, pero que consolida la debilidad de la posición europea. Esta fragilidad es muy grande y no se puede recurrir a la amenaza de cambiar de socio preferente, porque el abrazo del amigo chino sería aún más asfixiante que el norteamericano. Hay que espabilarse de forma independiente, pero para eso tendría que haber una unión europea de verdad, y no solo en el nombre.