Una vez más, me pongo a leer La Segunda República española, crónica parlamentaria de Josep Pla. Es un libro buenísimo, que tiene 1.800 páginas. Eso explica por qué “una vez más”. Ya he llegado a la página 676, a la crónica del 28 de septiembre de 1933, titulada “El sentido del gobierno de Lerroux”. A ver si este verano, día a día, crónica a crónica, avanzo por lo menos hasta la penúltima, “El señor Ventosa expone la gravedad de la situación”. Es del 1 de abril de 1936.

El libro tiene un prólogo en el que encuentro una frase del editor Josep Vergés, refiriéndose al Parlamento: “Es una gran representación teatral de la que los actores no saben el final”.
Estamos asistiendo ahora a una gran representación teatral. Buenos y malos, malos y buenos, malos y malos. Da la impresión de que ninguno de los “padres de la patria” sabe lo que es la patria. Y si alguno lo sabe, le importa un comino.
Da la impresión de que ninguno de los “padres de la patria” sabe lo que es la patria; y si alguno lo sabe, le importa un comino
Parece que todos están bien pagados. Algunos, con sueldos vergonzosamente extras, porque han hecho los necesarios enjuagues para terminar bien el mes, el año, el lustro… y más.
Todos sabemos cuál fue el final de la representación teatral que empezó en 1931 y terminó en 1939. Hubo avisos a lo largo de los años. A principios de 1932, Pla dice que hay un “estado de guerra civil larvada”.
Me callo y copio: “La Primera República originó la tercera guerra carlista. La Segunda originó la guerra civil. Las Cortes del Frente Popular crearon un bando de la guerra civil. El asesinato de Calvo Sotelo fue la chispa que creó el bando contrario. Y así se armó la guerra civil. Época abyecta, inútil, típicamente española, pura e impresionante miseria”.
Acaba diciendo que “todo el problema consiste en juzgar qué porvenir tiene la moderación en España”.
Yo no soy quién para dar consejos, pero me atrevo a dar uno, a los miembros del Congreso: no hagáis el idiota. Porque yo sé cómo acaba la representación teatral. Mal.
P. S. Ya sé que Pla estaba a sueldo de Cambó. Pero eso no es excusa para ignorar lo que fue pasando y sus continuos avisos del terrorífico final.