Alguien me dijo que Nietzsche dijo que el hombre es el único animal capaz de comprometerse.
Alguien me lo dijo, pero no recuerdo quién. Por otra parte, Nietzsche no es uno de mis autores favoritos. No he leído nada de él.
Pero la cita me gustó. Me sonó bien.
Quizá me recordó que esto del compromiso no es algo que está de moda. Ni ahora ni hace años. En tiempos de Franco, a un político le llamaban “el pantalón gris” porque iba con cualquier chaqueta.
Se murió Franco, pero los del pantalón gris, los “chaqueteros” proliferaron. Al principio les llamaron “tránsfugas”, porque era gente que, accidentalmente y, por supuesto, convenientemente comprada, votaba por el “otro” partido. Como le gustaba, con frecuencia el tránsfuga seguía ejercitando el transfuguismo a lo largo de su carrera política.

A este fenómeno le podemos llamar chaqueterismo externo. Pero hoy estamos sumergidos en un chaqueterismo interno, consistente en ser tránsfuga de tu propio pensamiento, poniendo, por ejemplo, la mano en el fuego por un señor y sacándola corriendo, que me estoy quemando.
El chaqueterismo interno, que mi mujer llama”la voz de su amo”, consiste en mirar al que manda a ver qué es lo que le conviene que diga y luego lo digo. ¿Que estoy mintiendo? No se ponga así, hombre.
Compromiso. Una palabra bonita, que refleja una hombría de bien, en la obligación moral de cumplir una palabra dada.
Me gustan las biografías de hombres muy hombres y de mujeres muy mujeres.
Compromiso: una palabra bonita, que refleja una hombría de bien, en la obligación moral de cumplir una palabra dada
He leído hace poco la de Catalina de Siena, que decía del papa Gregorio XI que era “Il dolce Cristo in terra”, pero que luego, con toda finura, le exigía que volviese a Roma y que dejase de perder el tiempo en Aviñón. A través de cartas y mensajes, hizo mucho hincapié en la importancia de la unidad y la reforma de la Iglesia.
Tomás Moro, canciller de Inglaterra, preso en la torre de Londres por no querer firmar la anulación del matrimonio de Enrique VIII. Cuando su mujer fue a verle diciéndole que firmase, le contestó simplemente: “No puedo”.
Como decía antes, el compromiso no está de moda. Nieztzsche lo complicó más, hablando del “superhombre”.
Este superhombre sería una persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al del hombre común.
No me interesa algo inalcanzable. Una cosa es que no esté de moda, otra, que Nietzsche lo ponga difícil y otra que sea algo que, como todo en la vida, todo, exija esfuerzo.
La revolución civil, una de mis obsesiones, no exige superhombres.
Exige, simplemente, hombres. Muchos.
O mujeres, claro. Muchas.