La caída del régimen del 78

“En el día de hoy, vencida e inerte media España, la otra media ha alcanzado sus últimos objetivos políticos: España ha sido disuelta”. Este podría ser el parte que sellase la victoria de las izquierdas vertebradas por este PSOE, los partidos nacionalistas de toda laya y el PSC, que es un tertium genus. Esta victoria podría gestarse en un plazo de pocos años: los que quedan de esta legislatura y los primeros de la siguiente. La razón es clara: hay dos cosas en las que Sánchez no cambiará de criterio: 1) No presentará una moción de confianza. 2) Se presen­tará a la reelección. Y, por tanto, convocará elecciones cuando más le convenga. Unas elecciones tras las que solo podrá ser investido de nuevo como presidente si cuenta con el voto de todos sus socios y este le basta.

Spain's Prime Minister Pedro Sanchez attends a bilateral meeting with Paraguay's President Santiago Pena (not pictured) at the 'Palacio de los Lopez' government palace, in Asuncion, Paraguay July 23, 2025. REUTERS/Cesar Olmedo

  

Reuters

¿Cuál es el precio que hay que pagar por este voto? Asegurar a los nacionalistas lo que estos quieren conseguir: un cambio de régimen, es decir, pasar de una monarquía parlamentaria autonómica (federal) a una república confederal, en la que las comunidades confederadas tengan competencias políticas plenas y mantengan solo una relación formal mínima con la confederación, a efectos, por ejemplo, de seguir formando parte de la Unión Europea. La prueba de que este proceso no es una ensoñación la tenemos en que, esta última semana, se ha negociado con la Generalitat catalana un régimen fiscal singular, es decir, diferente al común, y con el Gobierno vasco el traspaso de la Seguridad Social. Sigue así el desguace del Estado.

Solo queda un camino: que el PP atraiga a una parte sustancial del voto socialista de centro, para formar una mayoría absoluta

Este cambio de régimen va precedido, tiempo ha, por un proceso preparatorio en tres etapas, e irá seguido por un epílogo. Primera etapa: exaltación de la plurinacionalidad: Catalunya, Navarra, País Vasco y Galicia son naciones históricas y culturales; España no lo es, es solo un Estado, una estructura jurídica sin alma. Segunda etapa: establecimiento de relaciones bilaterales o singulares entre las naciones históricas y el Estado. Tercera etapa: de resultas del establecimiento de una pluralidad de relaciones bilaterales o singulares, la estructura del Estado habría de pasar a ser necesariamente confederal. Epílogo: dado su significado actual, la monarquía es antagónica a un Estado confederal, por lo que debería dar paso a una república.

Un cambio tan radical parece imposible. Y lo sería si lo impulsasen solo los nacionalistas y el PSC, mientras que el PSOE y el PP cuidasen de la defensa del interés general de España. Pero la deserción socialista, que cristalizó en el pacto de San Sebastián, en los años treinta, y se ha repetido ahora con renovado brío, hace que la coalición izquierdas-nacionalistas esté respaldada por una mayoría suficiente para imponer su criterio, más allá incluso del espíritu que inspira la Constitución de 1978. En efecto, con un Tribunal Constitucional sesgado y pastoreado por un presidente sin auctoritas, es posible una “mutación constitucional” a la carta. Lo que haga falta; como en la ley de Amnistía.

En suma, el final de la monarquía parlamentaria sería, de consumarse, un fenómeno similar a la caída de la República de Weimar. Por eso, la España de hoy no es equiparable a la Venezuela actual, sino a la Alemania de los años treinta del pasado siglo.

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¿No hay otra salida? Sin posibilidad alguna de reconducir a la racionalidad democrática este Partido Socialista poseído por “la banda de Sánchez”, resulta impensable cualquier principio de acuerdo entre el PSOE y el PP sobre temas candentes necesitados de consenso. Y, así las cosas, solo queda un camino: que el PP atraiga a una parte sustancial del tradicional voto socialista de centro, para conformar una mayoría absoluta y, sobre esta base, culminar el desarrollo federal del Estado autonómico, dejando abierta la puerta para que la comunidad que no quiera someterse al régimen común pueda separarse. O sea, federalismo o autodeterminación. Esta es la clave.

Un inciso final: Marruecos ha olido la profunda debilidad actual de España y su previsible soledad. Ya da picotazos en Ceuta y Melilla. Han pasado cincuenta años desde la marcha verde.

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